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  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 25 ago 2023
  • 7 Min. de lectura

Centro Zonal de Pastoral Social - CEZOPAS y Cáritas Española: Su experiencia promoviendo Grupos de Auto Ahorro y Préstamos (GAAP) en República Dominicana.

“La economía, como la misma palabra indica, debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero”, nos recuerda el Papa Francisco. Lamentablemente, las dinámicas y los modelos económicos no siempre piensan en el bien colectivo, ni procuran el bienestar humano, social y del entorno, especialmente aquellos que favorecen la acumulación monetaria ambiciosa por parte de particulares y la adquisición desmedida de bienes y servicios para atender las modas y exigencias que hacen los mercados. Si a eso se suman las consecuencias de los diversos conflictos y guerras, así como las adversidades climáticas y medioambientales, el resultado no es otro que la existencia de grupos de personas que viven duras situaciones de pobreza multidimensional, medida no solo en la falta de dinero, sino en experiencias de carencias, inequidad, injusticia, inseguridad y enfermedad que afecta todas las esferas de su vida y el pleno ejercicio pleno de los derechos humanos.


Así pues, desde la palabra del Evangelio, la Iglesia nos hace un llamado a la solidaridad, que nos es otra cosa que “compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra”; “no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder”, sino “hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario”, es decir, brindar una “atención sincera y generosa”, bajo “un sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida”, como lo expresó el Papa en su mensaje de invitación a la Jornada Mundial de los Pobres de 2022.


Por eso mismo, para promover de forma solidaria unas condiciones económicas sostenibles y justas para los necesitados, pobres o en condiciones de marginalidad o exclusión de República Dominicana, Cáritas Española y CEZOPAS se unieron para animar la creación y consolidación de Grupos de Auto Ahorro y Préstamos (GAAP), una figura que, si bien no es exclusiva ni original de estas entidades, sí es destacable en tanto busca desde la Iglesia aportar a la construcción de la paz con la promoción de la dignidad de la persona vulnerable, por una parte, y del desarrollo comunitario integral, al mismo tiempo.


CEZOPAS

El Centro Zonal de Pastoral Social es una Institución de la Iglesia católica que trabaja por el desarrollo sostenible de la población de menor ingreso en la provincia Monte Plata, República Dominicana. Fue fundado en 1992 para integrar las acciones sociales de las parroquias, con el propósito de coordinar, promover, incentivar, asesorar y acompañar programas y proyectos para liberación integral del hombre y la mujer de esta zona pastoral.

La directora ejecutiva de CEZOPAS, Gregoria Altagracia Calderón, Hermana Juanista, cuenta que comenzaron a utilizar esta estrategia hace cinco años, como parte del proyecto de seguridad alimentaria en su provincia Monte Plata, auspiciado por Cáritas Italiana, con el objetivo de que los miembros de la comunidad se organizaran para apoyarse entre sí, mediante el compromiso de ahorrar de forma constante una cantidad de dinero al alcance de cada persona, según sus condiciones monetarias; la administración y vigilancia colectiva de esos dineros; y dinámicas de pequeños préstamos no para adquirir productos tangibles o intangibles suntuosos, sino para ir escalando en la consecución de materiales o recursos que mejoren las condiciones de vida de quienes los solicitan y de su entorno.


“En este momento tenemos unos 15 grupos en diferentes comunidades. Consisten en que entre 10 y 30 personas se unen para ayudarse mutuamente, creando una caja común a partir de lo que ellas mismas ahorran. Los dineros recolectados pueden ser utilizados por los miembros para acceder, mediante préstamos de bajos montos, fáciles de pagar y con bajos intereses, a recursos que les permitan mejorar sus vidas. Por ejemplo, para trabajar la tierra, comprar productos necesarios para la siembra o para sus huertas, unas gallinas ponedoras, inyectarle un poco de capital a pequeños negocios, ponerle piso a sus viviendas, atender alguna emergencia en el hogar, comprar una nevera, o lo que cada quien decida según sus necesidades y carencias”, explica, y añade que, en esos casos, no hay ganancias para alguien en particular, para un prestamista con interés de lucro, sino que son todas las personas del GAAP quienes se benefician económicamente, pues el dinero se reparte equitativamente. Así pues, los dineros vienen de los mismos asociados, lo que permite que sean grupos autosuficientes, al tiempo que todos los y las participantes se integran, ganan confianza en sí mismos y en los demás, y desarrollan habilidades y valores de corresponsabilidad y fraternidad, autoestima, autonomía y autorrespeto.


Isaura Morel, encargada de los Grupos Solidarios en CEZOPAS, aclara que cada uno se conforma con personas (preferiblemente mujeres, jóvenes, adultos mayores o habitantes de la ruralidad; pueden ser solo mujeres, solo hombres o grupos mixtos) que manifiestan su voluntad de unirse “para echar para adelante”, y que tienen en común su pertenencia a comunidades vulnerables, sean pobres o acomodadas. Una vez elevan su solicitud, se analiza su perfil y se acepta su inclusión en el proyecto, deben pasar por un proceso inicial de información, capacitación y formación que les permita generar habilidades tanto para organizarse, aprender a trabajar en equipo y a gestionar diferencias o desacuerdos, como para adquirir hábitos de ahorro y de préstamos responsables. Tras ello, deben conformar su junta directiva (la cual debe cambiar periódicamente para que cada miembro, en algún momento, asuma responsabilidades colectivas) y definir su propio reglamento. Cuando lo hacen, empiezan, entonces, unas dinámicas de reunión semanal con todos y todas (es decir, no solo asisten quienes integran la junta del momento, sino todos los individuos que conforman el GAAP): allí se toman decisiones colectivas; se monitoriza el recaudo, el manejo y la salvaguarda de los recursos, y se analizan las peticiones de préstamos que los miembros deben hacer no a alguien particular, sino al grupo en total, explicando las razones y proponiendo un plan de pago.

Por tanto, a diferencia de otras agrupaciones de ahorro voluntario, en estos no hay una entidad de por medio con intereses particulares (un banco, por ejemplo). Tampoco una sola persona es la que maneja los caudales y determina, bajo su criterio subjetivo, a quiénes se les puede prestar, a qué tasa, o a cuánto tiempo. En los GAAP, por el contrario, las reglas son fijadas por todos y todas; se hacen las solicitudes de préstamos ante todos y todas; se analizan las razones y los posibles beneficios entre todos y todas; y todos y todas pueden participar en la administración de los recursos, en algún momento, y en el control de estos, siempre. Además, todos y todas analizan las situaciones que merecen, en casos de emergencia, realizar donaciones con los recursos acumulados. Los beneficios monetarios son para todos y todas, pues periódicamente (entre 8 y 12 meses) se cierra un círculo de ahorro, se reparten los ahorros hechos por cada persona, se distribuyen las ganancias colectivamente, de forma equitativa, se evalúa lo hecho y lo aprendido, se revisan los estatutos y se comienza, si se desea, un nuevo ciclo de ahorro.


En las formaciones iniciales, describe Isaura, “se les explica de manera detallada y clara cómo funciona un GAAP y cuáles son sus principios, se atienden sus miedos y prejuicios sobre lo que puede implicar su funcionamiento, y se les anima a que ellos y ellas trabajen por la paz desde la autoayuda y la cooperación con otras familias, encontrando juntas el camino para salir adelante, trabajando en conjunto. También los acompañamos en la definición de sus propios estatutos, los cuales establecen no sólo los acuerdos para los préstamos y los ahorros, sino también para la creación de un fondo social de emergencia”, el cual debe ser destinado, únicamente, para brindar apoyo, en forma de donaciones, en aquellas situaciones sociales que se presentan de repente y que pueden afectar a una persona (un accidente, por ejemplo) o a la comunidad (una contingencia ambiental u otro caso de impacto general).

En cada GAAP, el dinero recolectado se maneja de la siguiente forma:

  • Una parte se destina al Fondo Principal, el cual recopila una cantidad útil para hacer préstamos a quienes ostentan la calidad de miembros del grupo.

  • Otra se deposita en el Fondo Social, para emergencias y acciones de solidaridad. El grupo debe ponerse de acuerdo sobre una contribución regular y todos o todas deben aportar el mismo monto. Sirve para brindar ayuda en acontecimientos que afectan a la comunidad o a uno de sus miembros, sea o no parte del GAAP). Por ejemplo, para cubrir costos de educación para niños o niñas en situación de orfandad, gastos de un funeral, entre otras situaciones. No está destinado a crecer, por tanto, se establece a un nivel para cubrir costos. Lo recolectado en este no se distribuye al fin de un ciclo; debe guardarse físicamente aparte del resto del efectivo.

Quienes están vinculados, por tanto, deben comprometerse a asistir al encuentro semanal y a hacer un aporte periódico y constante, de acuerdo con sus condiciones y capacidades particulares, pero no tienen penalidad si por alguna razón (un imprevisto, una emergencia, un apuro) no pueden cumplir alguna vez su responsabilidad monetaria, pues lo que interesa es estimularlos para que cumplan sus metas de ahorro fácilmente, que no pierdan la costumbre de ahorrar y, sobre todo, que aprendan los valores de la autorresponsabilidad y la solidaridad hacia sí mismos y hacia los demás. Eso sí, deben, aun si no pueden aportar la cuota de ahorro, asistir a las reuniones programadas, donde su voz y su situación serán escuchadas, y donde los otros miembros le brindarán acompañamiento en momentos difíciles.


Adicionalmente, desde las entidades involucradas se les brinda constantemente formación, técnica, espiritual y social, para que cada vez el grupo cualifique sus capacidades y tomen mayor conciencia de la corresponsabilidad con el desarrollo y el bienestar personal y colectivo. Adicionalmente, se les involucra en otros programas y proyectos que pueden ser complementarios y que también tienen objetivos de construcción de paz, desarrollo humano, defensa de los derechos humanos y mejoramiento de condiciones de vida individuales y colectivas.


Para la Hna. Gregoria, los GAAP son, pues, ejemplo de economía solidaria rotativa, que ha permitido a muchas personas, especialmente a jóvenes y mujeres, empoderarse y poner en práctica valores positivos que impactan en el bienestar de los y las más vulnerables, y de las comunidades, ganando capacidades de cohesión, organización y tejido social. Por su parte, para Isaura, son evidencia de una pastoral activa, que se enfoca en el desarrollo integral de las personas y grupos sociales que de alguna manera están en el olvido, excluidas de los sistemas financieros tradicionales, y que no cuentan con una mano amiga que les apalanque. Ambas coinciden, además, en que las y los participantes aprenden, además, a ser empáticos con las situaciones, a sentirse en paz y cómodos consigo mismos, a superar el individualismo, a apropiarse de la transformación de su realidad y a concebirse como personas útiles y agentes de cambio para los y las demás.


De todas formas, aún quedan muchos retos y metas por conquistar, pues no es fácil acostumbrar a las personas a que se reúnan frecuentemente; a que aprendan a participar en las decisiones, a dialogar y a concertar decisiones. También, que se habitúen al ahorro, pese a los pocos recursos y las enormes necesidades que tengan, muchas veces de subsistencia; o que aprendan a priorizar, analizar y dimensionar la conveniencia de los préstamos que realizarán; o que adquieran competencias para llevar la contabilidad y el registro de las diversas transacciones. Por eso mismo, desde Cáritas Española y Cezopas, siempre están acompañando a los grupos, animándolos, brindándoles formación, para superar los baches y para que no solo valoren los GAAP por los beneficios monetarios que puedan tener, sino desde aquellos que obtienen en su ser, como personas, y en su dimensión social, como parte de una comunidad.

Así, pues, esta experiencia nos muestra que es posible y necesario promover la solidaridad para construir paz, pues solo “el amor recíproco nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido, compartiendo lo que tenemos con los que no tienen nada, pero acogiendo, al mismo tiempo, lo que nos puedan aportar: su trabajo, su pensamiento, su forma de hacer y de entender la vida”; una solidaridad con la que “nadie puede sentirse exceptuado”, como expresa el Papa, especialmente si se busca, desde la fe, hacer que la vida digna sea posible para todas las personas.

Para más información, se recomienda consultar:

Textos: Gloria Londoño Monroy

Fotografías: CEZOPAZ

2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 may 2023
  • 8 Min. de lectura

Un constructor de paz.


Si alguien sabe sobre los intríngulis del complejo conflicto colombiano que arrecia al país casi desde sus inicios como república independiente, pero, especialmente desde mediados del siglo XX; si alguien sabe cómo construir paz en medio de una basta complejidad; si alguien tiene credibilidad y ha logrado establecer redes de articulación con gobernantes, empresarios, líderes y representantes de diversos sectores de la sociedad para lograr procesos sistémicos que lleven a una convivencia pacífica; si alguien ha defendido a las víctimas, en medio de las adversidades y ha liderado negociaciones con diversos grupos al margen de la ley en su país; y si alguien está convencido de que la reconciliación y la paz son trayectos largos que se empiezan a transitarse desde la misma infancia, es sin duda Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria.


Y es que este sacerdote de vocación tardía, nacido en 1952, comenzó desde muy joven a estudiar para comprender el contexto de su ciudad natal, Medellín, y de su país, Colombia: “nací en una familia de ocho hijos; soy el sexto, en un hogar con una relación profunda de amor y afecto. Viví en una época de transformación de la ciudad, cuando comenzaba a industrializarse y llegaba mucha gente de diferentes pueblos de Antioquia y de otros lugares del país buscando oportunidades; mis padres, entre ellos. Más tarde viví la experiencia del año 68, cuando hubo un profundo cambio cultural en el mundo (en la vida estética y social); un año de mucha conmoción, con muchas consecuencias. Todo eso me llevó a interesarme por la sociología, y fue en la universidad donde me reencontré con un sacerdote conocido, que me motivó a complementar la carrera con estudios de teología. Desde niño tenía una inclinación profunda por los temas espirituales, además de los sociales, así que comencé a madurar la idea de hacerme sacerdote. Entré a un seminario para vocaciones tardías profesionales. Terminé mis estudios de sociología en la Universidad San Buenaventura, y los de filosofía y teología en la Universidad Pontificia Bolivariana”, recuerda.


En los años 80, uno de sus primeros destinos en el Ministerio fue la Parroquia Santa Gertrudis, en Envigado, municipio del área metropolitana de Medellín, afectado con fuerza por el auge del narcotráfico, con la influencia del llamado Cartel de Medellín. Allí pudo observar las transformaciones en las dinámicas sociales que poco a poco se gestaban en la sociedad no solo local, sino colombiana en general, ocasionadas por la influencia de las economías ilícitas y, con ellas, por la cultura del dinero fácil, de la solución de las discrepancias por la vía armada, de la anulación del valor de la vida humana.


Años más tarde fue enviado a estudiar Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma, donde terminó obteniendo la máxima nota, Cum Laude, por una investigación acerca de las ideologías, y fue cuando, a su regreso a Colombia, comenzó a pasar de los estudios a la acción en favor de la paz: “llegué a trabajar en la Pastoral Obrera de la Arquidiócesis de Medellín y posteriormente en la Pastoral Social de la misma ciudad, donde tomé contacto con diversos movimientos y confrontaciones entre bandas, policías y jóvenes”, en plena época de una violencia irracional que arreciaba en la ciudad, a tal punto que la llevó a ser catalogada como la más violenta del mundo (ejemplo de ello es que en el año 91 se presentaron 381 homicidios por cada 100.000 habitantes; 11.000 homicidios en un año, casi mil homicidios al mes).


“En ese tiempo hubo una masacre en un barrio llamado Villatina, en la que murieron 8 niños y un joven, el 15 de noviembre de 1992. Hoy se sabe que fue perpetrada por miembros de la Policía Nacional. La ciudad empezó entonces a movilizarse, pero sin tener una ruta organizada para hacerlo. En ese momento me propusieron formar y acompañar una mesa de trabajo para encontrar caminos de solución. Esa fue tal vez mi experiencia inicial de construcción de paz propiamente dicha, pues comenzamos a hacer posible el primer escenario de diálogo urbano con autoridades, empresarios, miembros del Concejo de Medellín y de la Asamblea Departamental, representantes de la policía y el ejército, la Procuraduría, miembros de comités de derechos humanos, grupos juveniles, organizaciones de base, la sociedad civil y diversos actores, para buscar soluciones a la violencia. Se creó la Consejería Presidencial para Medellín, a cargo de María Emma Mejía (periodista, política y diplomática colombiana) y con ella empezamos a organizar esos primeros esfuerzos, en contextos urbanos, para superar la grave situación”, relata Monseñor.


La Mesa de Trabajo por la Vida, constituía en diciembre de 1992, se enfocó en el respeto y el rescate del valor y dignidad de la vida humana, y propició la primera marcha ciudadana y una serie de eventos públicos, en 1993, con el lema “Elige la vida y vivirás: tú y tus descendientes”, tal vez hitos históricos en la construcción de paz en el país, por la movilización de miles de ciudadanos y por la articulación de diversos sectores.


Posteriormente, y como fruto también de esa relación, Monseñor fue nombrado Tutor Moral en el proceso de desmovilización de las Milicias Populares del Pueblo y para el Pueblo, grupo surgido en en 1986 en la zona nororiental de la ciudad, cercano a la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN). En 1994 se logró su desmovilización y ese mismo año acompañó, también, con Monseñor Nel Beltrán y representantes internacionales, los procesos de negociación en Flor del Monte (en la región de los Montes de María, municipio de Ovejas, departamento de Sucre), que llevaron a la firma de un acuerdo de paz con la Corriente de Renovación Socialista, una disidencia del ELN.

Posteriormente, en 1997, fue trasladado a Bogotá para asumir la dirección de la Pastoral Social-Cáritas Colombiana; cargo que desempeñó por algo más de 20 años, y que lo motivó a seguir cualificándose en la comprensión de las realidades colombianas, en la negociación de conflictos, en la prevención y atención a diversos tipos de violencias; este último, tema al que se dedica formalmente desde 1996, cuando participó en la creación de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (FICONPAZ), organismo de la Arquidiócesis de Bogotá que también dirige, orientado al diseño y desarrollo “de procesos en comunidades de base y con sectores específicos de población, desde una perspectiva de educación para la paz, que permitan a las y los destinatarios ejercer con plenitud su ciudadanía, construir nuevos referentes y valores para la convivencia pacífica y la transformación no violenta de los conflictos y consolidar propuestas para la defensa, promoción y vivencia de los derechos humanos”. Es desde esta institución que ha irradiado sus conocimientos, sus experiencias y su quehacer al acompañar también otras experiencias de construcción de paz, especialmente con niños, niñas y adolescentes, en otros países de Centro América y El Caribe.


Así pues, su andar para construir paz, de vieja data, ha tenido impactos bastante significativos. Otro ejemplo de ello, que se suma a los anteriores, es su participación, en el año 2003, en la gestión para la liberación de siete jóvenes extranjeros secuestrados en la Sierra Nevada de Santa Marta (norte de Colombia, en el departamento de Magdalena), por parte del ELN, en el marco de la operación Allende Vive, emprendida por esa guerrilla al cumplirse 30 años de la muerte del general. Tal experiencia lo llevó a comprender que es necesario analizar muy bien los contextos y las repercusiones de los conflictos y las violencias entre los habitantes de los territorios afectados, es decir, de la sociedad civil, pues para poder conseguir la liberación, fue necesario realizar todo un estudio social en la zona, con la participación del alto Comisionado de la ONU para Colombia, la organización Acnur, organismos gubernamentales y no gubernamentales para los Derechos Humanos de Europa, Estados Unidos y Colombia.


“El informe humanitario que resultó de dicho estudio, permitió entender la situación de la Sierra en relación no solo al accionar del ELN y de otras organizaciones al margen de la ley, sino también, las múltiples afectaciones en las víctimas, en este caso, muchas de ellas indígenas”, menciona Monseñor Henao, quien ha sido representante de la Iglesia ante múltiples plataformas de trabajo con víctimas, y quien ha sido un gran defensor de estas, pues sin ellas, su voz y su participación, ve inviable la sostenibilidad de las acciones de paz.


Y finalmente, se destaca su designación como Tutor Moral en el periodo de contactos entre el actual gobierno nacional, presidido desde agosto de 2022 por Gustavo Petro, con ELN, asunto que lo ha llevado a ser invitado a La Habana, Cuba, donde se desarrolla un diálogo exploratorio sobre diversos asuntos, como el desplazamiento forzado; también, con otros actores (disidencias de las FARC, grupos y economías ilícitas, etc.) que ahora se disponen a negociar con el gobierno central.


Así, el y arduo recorrido de Monseñor Héctor Fabio Henao en favor de la gestión de los conflictos entre diversos grupos armados en confrontación, y de la prevención y atención de violencias, lo ha llevado a ser toda una autoridad en construcción de paz no solo local, regional y nacional, sino internacional. Y por eso, sus consejos para quienes nos interesamos en caminar hacia ella, son de inigualable valor:


Primero, el mejorar cada día las habilidades de quien trabaja por la paz: “este trabajo requiere unas condiciones y capacidades personales. Entre ellas, las necesarias para propiciar acciones, para articularse con diversos actores, sectores e instituciones; para crear y fortalecer las relaciones; para formar y consolidar redes; para irradiar el trabajo y los aprendizajes. Hay que construir con otras personas, porque la paz no se hace de forma individual, con protagonismos personales, a corto plazo, sino que se consigue mediante la articulación y acción constante de múltiples redes, lo que implica hacer todos los esfuerzos posibles en mantener relaciones sanas y positivas con diferentes personas y organizaciones”, enfatiza.


Así mismo, resalta la necesidad de aprender a escuchar, más que a hablar: “el tema de la paz es un trabajo de escucha como mecanismo de aproximación a las víctimas, porque todo proceso de construcción de paz debe partir de escucharlas; es decir, no debe iniciar solo con el trabajo con los victimarios. Empieza en el contacto, en la creación de relaciones, en la formación de redes, en el trabajo en el día a día con quienes han sido víctimas; en el contacto y en el interés por quienes han sufrido. Hay que tener la capacidad de caminar con la gente, de buscarlos, de escuchar a las distintas partes, de favorecer el logro del bien de ellos, sin radicalizaciones, ideologizaciones. Hay que hacer en favor de las víctimas todos los procesos. Esas son condiciones muy importantes e innegociables para la construcción de paz”.


También, Monseñor menciona la importancia de la autonomía y de la paciencia: “en este camino hay que tener cierta distancia para poder emprender una negociación, para encontrar una posible solución concertada. También, quien trabaja por la paz debe tener paciencia, saber que es un trabajo de largo plazo, que la paz no se logra en corto tiempo, sino que requiere mucha elaboración. Es una labor que se debe emprender sin afanes, teniendo la humildad para reconocer que uno no puede resolver todos los problemas”, afirma.


Ahora bien, sobre su visión sobre los conflictos en América Latina y El Caribe, Monseñor opina que hay, en la actualidad, unas condiciones desfavorables que limitan el camino hacia la paz. Entre ellas, la existencia de conflictividades marcadas por la polarización y la politización; otras de nuevo orden con base en lo económico (en las diversas economías ilícitas como el narcotráfico y algunas actividades mineras, en las condiciones de pobreza extrema, en la incapacidad de los sistemas de resolver las aspiraciones y la atención a las necesidades de la mayoría de las personas); unas más relacionadas con el fortalecimiento de la corrupción y de las organizaciones criminales incluso en los ámbitos legales y, con mayor acento, la expansión de una cultura de la indiferencia que naturaliza los efectos de los conflictos y las violencias en las personas y en las poblaciones afectadas.


No obstante, también este caminante observa otros factores que hacen contrapeso y que se convierten en factores positivos y favorecedores, como lo son la tendencia en algunos gobiernos, cada vez más, de reorientar su posición para buscar articulaciones que favorezcan la solución de los problemas; unas nuevas perspectivas para actuar de manera articulada no solo desde el gobierno, sino también desde otros sectores, incluyendo a la sociedad civil en la búsqueda de soluciones; el aumento en las capacidades para propiciar diálogos que lleven a la solución de los conflictos, y la educación para la paz que poco a poco empieza a dar frutos.


Y es que si alguien sabe de construcción de paz y si alguien es autoridad en la materia, es Monseñor Héctor Fabio Henao, el colombiano que entrega su vida para crear una visión, una cultura diferencial y unas condiciones de largo aliento, para que su país y otros del mundo puedan consolidar unas condiciones de justicia, equidad y paz.

Un pastor comprometido con la paz

Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria, Prelado de Honor del Santo Padre. Ha sido consejero nacional de paz, en representación de la Conferencia Episcopal de Colombia, y se desempeñó como presidente del Comité Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia desde el 19 de diciembre de 2017 hasta el 31 de diciembre de 2019, por decisión consensuada de los integrantes de dicho Comité para el período en mención.

Impulsor de la paz negociada y defensor de la reparación a las víctimas del conflicto. Experto en procesos de concertación entre la sociedad civil, el gobierno colombiano y la comunidad internacional, para un plan de cooperación en la construcción de paz. En Medellín, en momentos de graves enfrentamientos armados, lideró la Mesa de Trabajo por la Vida para procesos de negociación urbana del conflicto armado y social.

Actualmente, se desempeña como delegado de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para las relaciones Iglesia-Estado y es el director de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz – FICONPAZ, en su país.


Mayo 2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 may 2023
  • 5 Min. de lectura

Iglesia Evangélica Menonita Hondureña - En el municipio de La Ceiba, su Proyecto Paz y Justicia construye bienestar y esperanza para cientos de niñas y mujeres.

Experiencias premiadas en el certamen Mujeres construyendo justicia y paz en América Latina y el Caribe - 2022, promovido por la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz.


Por más de 30 años, las personas en condiciones de vulnerabilidad por diversas causas que residen en La Ceiba, cabecera del departamento de Atlántida y quinta ciudad más poblada de Honduras, han encontrado en la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña una mano amiga que sin juzgar, con decisión, organización y persistencia, trabaja por promover la justicia y la armonía individual y comunitaria bajo la inspiración del Shalom, concepto eclesial de bienestar integral que considera que las acciones concretas orientadas al respeto de los derechos humanos culminan siempre en condiciones que promueven la paz.


Hace más de doce años esta iglesia empezó a ejecutar en el municipio y en otros del departamento, ubicado en la llanura costera del Caribe, su Proyecto Paz y Justicia, orientado a prevenir y atender diversas formas de violencias ligadas a conflictos comunitarios, acompañar de forma integral a personas infectadas y afectadas por VIH/sida, y rehabilitar personas privadas de la libertad. Y hace algo más de cinco años puso su foco con especial esmero en una grave situación de la región: el embarazo infantil y la vulneración de los derechos de la niñez, “realidad que ha llevado al país a ser tristemente reconocido como el segundo de Latinoamérica con mayor índice de embarazos en niñas, lo cual, de forma evidente e inevitable, afecta el desarrollo psicosocial y económico de ellas, sus hijos o hijas y sus familias; impacta negativamente en sus oportunidades para lograr mejores condiciones de vida, y perpetúa los ambientes que propician la pobreza, la violencia doméstica y la vulneración de los derechos humanos en general”, de acuerdo con los responsables del proyecto.


Ese componente de Paz y Justicia, que es apoyado por la Comisión de Acción Social Menonita, busca bienestar para todas las niñas, adolescentes y mujeres adultas del municipio, mediante el favorecimiento de ambientes pacíficos y justos caracterizados por la prevención y la respuesta decidida ante abusos, prácticas culturales y creencias nocivas que se sufren desde temprana edad, entre ellas, las de tipo sexual y las que llevan a los embarazos forzados. De ahí que las estrategias definidas en el proyecto se orienten, con cooperación interinstitucional e internacional, a la educación, el cuidado y la protección de víctimas reales y potenciales, por una parte; por la otra, a la incidencia en las decisiones del gobierno local para la promoción de los derechos humanos con énfasis en los de la niñez; la promoción y la veeduría para el cumplimiento de políticas públicas y gubernamentales; la coordinación con los operadores de justicia (policía, fiscalía y juzgados) para hacer más eficientes los servicios que estos brindan a las niñas y mujeres en correspondencia con las leyes del país; la sensibilización sobre la temática de violencia doméstica y la de género en sus diferentes manifestaciones; la educación y conformación de grupos de apoyo a lideresas comunitarias para el acompañamiento y la denuncia de casos de violencia contra las mujeres y las niñas; la atención legal, psicológica y el seguimiento en procesos de formación para el emprendimiento económico de las mujeres sobrevivientes del municipio, y para evitar o disminuir la dependencia económica de las mujeres hacia sus agresores.


Por eso mismo, por sus esfuerzos y frutos, el Proyecto Paz y Justicia de la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña recibió mención honorífica en el pasado certamen Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe de 2022, organizado por nuestra comunidad de práctica.



Con esta mención deseamos reconocer, valorar, apoyar y visibilizar lo alcanzado hasta el momento con ese proyecto que cuenta ya entre sus logros más destacados el haber conseguido, en 2021, en coordinación con el Sistema de Garantías de Derechos de la Niñez, la aprobación de una Política Municipal para la Prevención del Embarazo en Niñas, así como la de una ordenanza municipal denominada “Libres de Acoso”, para sancionar y erradicar el acoso sexual callejero, práctica que, aunque popular, representa una violación al derecho a una vida libre de violencia, de acuerdo con la Convención para la Eliminación de toda Forma de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), vigente desde 1981 para todos los Estados miembros de la ONU.


Además, se resalta el implementar en los centros penitenciarios su programa Alternativas a la Violencia (PAV), dirigido a personas privadas de libertad, entre ellas mujeres, con el cual canalizan la atención médica y psicológica, y se incentivan relaciones interpersonales y recreativas para contribuir a la colaboración, el buen trato y la justicia social, en coordinación con el Mecanismo Nacional de Prevención CONAPREV. Y cómo no, el ser ejemplo para otros lugares e instituciones, al coordinar acciones con la academia y con el Comisionado Universitario para los Derechos Humanos, de tal forma que las estrategias y el modelo de intervención y mediación social que utiliza se replique en otros municipios del país.

​“Estos logros se construyen con el apoyo de la Red Contra la Violencia hacia las Mujeres y las Niñas (RCVM) de La Ceiba, espacio integrado por organizaciones e instituciones lideradas en alto porcentaje por mujeres sensibilizadas, educadas y experimentadas en la temática, que ofrecen servicios de atención a sobrevivientes de la violencia por razones de género. Así mismo, los proyectos de incidencia han sido liderados por grupos de niñas del municipio, con el respaldo económico del programa y organización internacional Levantemos (en inglés, Rise Up), y con el acompañamiento técnico y la ejecución de la organización eclesial del Proyecto Paz y Justicia. El trabajo se realiza desde la experiencia de trabajo en pro de los derechos de las niñas y las mujeres y con la participación en un 90 % de ellas, incluyendo pertenecientes a las etnias del municipio como las afrodescendientes y las misquitas en un porcentaje menor”, menciona una de las licenciadas que es parte del proyecto.

También destaca que, en alianza con otras organizaciones del municipio que integran la RCVMN, se haya creado en La Ceiba, la Oficina Municipal de la Mujer (OMM), así como la apertura de la Casa Refugio Ixchel para mujeres sobrevivientes de violencia doméstica. También, que se haya consolidado una Escuela Municipal de Género, cuyos contenidos son planificados y orientados por dichas entidades, y que se haya logrado la apertura y el funcionamiento de la Fiscalía de la Mujer y la de un juzgado exclusivo para casos de violencia doméstica, todos resultados positivos para la respuesta en justicia, atención y protección.

Además, “hemos luchado porque en la región se mejore la investigación en los casos de muertes violentas de mujeres y femicidios, pues este es un factor debilitado que se evidencia en la poca judicialización de los casos y en el alcance de altos índices de impunidad en el país y en la región; acá, por ejemplo, andan alrededor el 94%”, explican.

Fotografía: Facebook Proyecto Paz y Justicia

Y es que la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña, por medio de su iniciativa, forma parte de las organizaciones de sociedad civil que están avaladas para validar los casos de femicidios en la región, acción que realizan por petición y en coordinación con el Instituto Universitario en Democracia Paz y Seguridad (IUDPAS) de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), organismo que a su vez facilita al Proyecto de Justicia y Paz y los procesos de tecnificación en la materia para la debida y experta clasificación de los casos.


Así, la mención al Proyecto Paz y Justicia por parte de nuestra comunidad de práctica Caminando hacia la Paz es una forma de ayudar a destacar la inestimable labor realizada por nuestros hermanos en la fe, de tal forma que puedan continuar, como nos menciona su representante, “modelando comportamientos dignos de imitar por la sociedad, para que afectemos positivamente la sociedad hondureña en que nos toca vivir”, pues como decía Mahatma Gandhi, “no hay camino hacia la paz, sino que la paz es el camino.”

Mayo 2023

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