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Foto del escritorCaminando hacia la Paz

Cáritas de Honduras: EN CAMINO HACIA LA VIVENCIA DE LAS MASCULINIDADES PACÍFICAS

Aprendiendo de su experiencia para construir condiciones de equidad de género

Un viaje hacia una masculinidad pacífica es una metodología promovida por Catholic Relief Services (CRS), orientada a hombres jóvenes y adultos, que busca el cambio de comportamiento individual, la construcción de habilidades socioemocionales y la modificación de normas sociales e ideas internalizadas de lo que significa ser un hombre, como explican en su manual orientador.


En 2021, Cáritas de Honduras, desde su Unidad de Cultura de Paz y Reconciliación, adhirió la metodología a las que ya empleaba (entre ellas, ¡Mujer, no estás sola!, Jóvenes Artesanos de la Paz y Sembradores de Paz), buscando aportar a la construcción de una sociedad con justicia, fraternidad y solidaridad, donde se vivencie el Reino de Dios.


Los testimonios de Aníbal Martínez y Mario Cerrato, responsables de la implementación metodológica en dicha Unidad, y Edwin Martínez, practicante de Trabajo Social en esa dependencia (igualmente participante en los talleres de formación de formadores), son valiosos para aprender de la puesta en práctica de esta estrategia formativa en países con culturas machistas predominantes, como Honduras, el cual es de los de América Latina y el Caribe, el que tiene mayores tasas de feminicidio (4,6 casos por cada 100.000 mujeres), según datos de 2021 de la Cepal, y que de acuerdo con el informe de 2022 del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), tiene enormes retos con respecto a la defensa y vivencia de los derechos de las mujeres, pues representan el 52% de los habitantes, pero “tienen poca participación política, no se les escucha, no se les toma en cuenta y son víctimas frecuentes de maltrato […] ¡sin estar en guerra, (esto) nos pone en el mundo como una nación de barbarie", como asegura la entidad.


Cuenta Aníbal que el primer paso fue formar miembros del equipo de Cáritas como formadores, bajo la orientación de CRS, para aprender el proceso vivenciándolo; en aquel momento, de forma virtual, dada la situación de pandemia.


El segundo fue empezar a planificar y gestionar, con el acompañamiento del mismo CRS, una réplica piloto en 2022, en una parroquia de Tegucigalpa, con un grupo mixto de hombres (jóvenes y adultos) que hacían parte de movimientos juveniles y de Iglesia, lo que les permitió a los miembros de Cáritas comprender mejor la propuesta cuando se aplica no en ámbitos virtuales, sino en la presencialidad.


Un tercer paso fue pensar cómo expandir lo aprendido hasta entonces, y llevar la formación a otros escenarios. Fue cuando se presentó la oportunidad de incluir la metodología en un proyecto interinstitucional que realizan con Visión Mundial Honduras (World Vision o WV) desde 2022, lo cual ha dado como resultado, hasta el momento, la formación de 120 formadores más (aprox.); 40 del equipo técnico de WV y, el resto, líderes comunitarios de diversas regiones del país, con lo que espera lograrse un efecto multiplicador en la cualificación de facilitadores.


De forma paralela, desde 2022 han realizado procesos de acercamiento y sensibilización con diversos actores en varios territorios del país, con el objetivo de disponer y ofrecer procesos formativos con miembros de las comunidades, que prevén comenzarán en el segundo semestre del año. Así mismo, adelantan el diseño de una investigación bajo criterios científicos propios de las ciencias sociales para rastrear la situación de las masculinidades en el contexto hondureño.


Para Mario, si bien Cáritas de Honduras no era ajena a la formación para promover la igualdad de género, esta experiencia de formación “con hombres y desde los mismos hombres ha sido muy significativa”, en tanto les ha ayudado a complementar los esfuerzos que hacían de formación, atención y acompañamiento, para dar un abordaje integral y estructural a las problemáticas de violencias, maltrato, menosprecio, subvaloración y falta de justicia que viven las mujeres hondureñas y personas de otros géneros.


A su vez, Aníbal valora que, por los resultados de los talleres, es posible afirmar que los principios, temáticas y las actividades hacen que “los formadores no seamos los que ‘depositamos’ el saber en los hombres”, sino que todos los participantes “dialoguen, convivan, reflexionen y creen juntos”, favoreciendo el recapacitar y el construir nuevas actitudes y habilidades frente al ser hombre:


“Hemos conseguido, según testimonios de los mismos participantes, conformar, mediante distintos ejercicios en parejas o grupales, espacios seguros que generan confianza, donde los hombres pueden compartir sus sentimientos sin vergüenza, sus aprendizajes, sus rutinas y preocupaciones cotidianas de vida. Incluso, hay momentos en los que los formadores nos apartamos, para que ellos se confronten y lideren la conversación”, explica, lo que en su opinión hace que ellos asuman el liderazgo de la reflexión y se autorreconozcan en momentos de compañerismo e intimidad.


Para él, en gran parte ese logro se debe a la metodología activa, vivencial, participativa, al igual que la promoción de la reflexión desde la espiritualidad: “Los componentes de espiritualidad han sido muy enriquecedores. Por ejemplo, iniciamos las jornadas con un momento que no se centra ni en lo católico, ni en los evangélicos, sino en el encuentro interior y desde la fe con ese Dios particular, que es todopoderoso y que está para todos”, añade Aníbal.


En el caso hondureño, las réplicas de formación de facilitadores (donde han participado personas de diferentes credos, campesinos, maestros, agentes y líderes sociales, entre otros) se han caracterizado porque se han dado en procesos intensivos, estilo retiro, donde durante cuatro días los participantes conviven todo el tiempo consigo mismos y con los demás, en un mismo lugar, apartados de sus afanes diarios, lo cual se ha observado que es muy conveniente, pues da pie a profundizar la vivencia, como opina Mario.


Otra contribución ha sido la creación (aún incipiente, pero con enorme potencialidad) de una comunidad de hombres que viven y ejemplifican la masculinidad pacífica, para brindar acompañamiento desde el equipo de formación y facilitar el aprendizaje continuo entre pares. Para eso, han creado grupos de WhatsApp donde los participantes, con palabras, audios o videos, comparten acciones de cambio y de promoción de la equidad de género, simples pero demostrativas, que realizan en sus hogares o entornos, para que otros compañeros desaprendan y reaprendan de su ejemplo. Del mismo modo, este recurso les ha potenciado el brindar retroalimentación, animarse y continuar la reflexión sobre su nueva forma de concebir y vivir esa nueva masculinidad.


Además, en la experiencia hondureña ha sido fundamental el realizar las líneas de base iniciales, empleando diversas estrategias de investigación, y aplicar otras en la fase de evaluación de cada taller (encuestas, entrevistas, entre otras), lo cual ha aportado valiosos datos para verificar si realmente el proceso ha logrado los resultados esperados en términos de cambios internos, individuales y perdurables, relacionados con los conocimientos, actitudes, prácticas, ideas, percepciones y estilos de vida. Por otra parte, esto ha conducido a realizar mejoras continuas para los nuevos talleres, al identificar temáticas que requieren más profundización para cualificar la formación, el acompañamiento y el seguimiento.


Ahora bien, los desafíos han sido enormes. Por ejemplo, el “conquistar y convencer” a los participantes que han llegado a los talleres de formación de facilitadores, no por iniciativa personal, sino respondiendo a un mandato jerárquico laboral-institucional, y que de alguna manera no están habituados a ser ellos ‘los formados’; el que los participantes se abran y permitan aceptar y expresar su fragilidad como seres humanos; o el simple hecho de hablar sobre género, lo cual crea resistencia entre algunas personas, incluso al interior de la Iglesia o entre miembros de comunidades de fe, por la cultura, por las creencias, porque se asume sólo desde aspectos de sexualidad o de matrimonio igualitario, o porque a veces se piensa con fanatismo que el hombre es y debe ser la cabeza única y exclusiva del hogar, bajo la cual debe estar su mujer, como aluden Aníbal, Mario y Edwin.


Pese a ello, los resultados han sido muy satisfactorios, pues en Cáritas Honduras han visto cómo los hombres involucrados, sin importar su condición social, o si viven en zonas urbanas o rurales, han empezado a comprometerse realmente con vivir su masculinidad con condiciones de equidad de género, confrontándose de forma constante y consciente para enfrentarse a aquellas ideas y pensamientos malsanos que han normalizado, pero que son fruto de sociedades centradas en la supremacía masculina, donde se minusvalora a las personas de diversos géneros, especialmente a las mujeres.

Edwin comenta que ha sido muy fructífero el proceso para él mismo, y que le ve muchas potencialidades para transformar la cultura desde un enfoque de derechos:


Nosotros (los agentes o trabajadores sociales) nos enfocamos mucho en “hacer” capacitaciones, en ofrecerlas, pero la verdad es que yo mismo nunca había participado en una enfocada solamente a hombres, donde abordáramos temas de masculinidad. No se ha tratado solo de aprender a ser facilitador de la metodología, sino que los consejos que me han dado y las reflexiones que se han producido con los compañeros me han hecho aprender para mi propia vida.


Y es que el compromiso y el impacto es doble para quienes participan en la metodología: transformarse a sí mismos y contribuir a mejorar sus escenarios de vida (asuman o no el rol de facilitadores de procesos con otros hombres, al hacer algunas réplicas), pues supone vivir y ayudar a otras personas a construir relaciones sanas con todas las mujeres de su alrededor: con sus madres o hermanas, con sus familiares mujeres, con las compañeras de trabajo, con la cónyuge o pareja, con las amigas, o bien, con personas de otros géneros, en condiciones de equidad, tolerancia y respeto por la dignidad de cada ser. Además, favorecer la renovación de costumbres y tradiciones heredadas, transmitidas incluso por mujeres de generación en generación, que producen profundos daños, no solo a ellas, sino, conjuntamente, a los mismos hombres, pues como explica Mario, ellos son otras víctimas del machismo como forma de violencia, sin darse cuenta:


El machismo afecta no solo a las mujeres, también a los hombres, pues crecemos muchas veces sin poder expresarnos, sin poder manifestar nuestros sentimientos o nuestra vulnerabilidad. Porque hay muchas cosas que, por la familia o la sociedad, desde ese mal conservadurismo, nos hemos resguardado, exigido o debemos aparentar… que somos machos, que no tenemos derecho al duelo, que no podemos llorar, que no está bien hacer tareas importantes para la supervivencia como cocinar, que somos fuertes, que nos gusta el deporte, por ejemplo… Eso que llevamos en nuestra ‘caja de hombre’, nos afecta en muchos aspectos, como lo es, por ejemplo, en nuestra la salud mental.


Su testimonio es ratificado por otros participantes como Jonathan Méndez, líder comunitario, pues para él esa caja resulta ser, muchas veces, una limitante de vida que no contribuye al bienestar, ni siquiera de ellos mismos: “La caja de hombre en la que tenemos esos estereotipos bien marcados de lo que debe ser un hombre verdadero, simple y sencillamente, es una apariencia que está afectando a nuestra salud, nuestra vida personal y, sobre todo, a nuestra familia”, comenta, invitando a alivianarla y sanearla, por el bien propio y el de los y las demás.


Por su parte, Emerson Ulloa, otro participante en los talleres sobre masculinidades positivas, también considera que su propia vivencia le ha demostrado que la metodología permite empezar a hacer que la vida sea más armónica, sanadora y en paz, incluso a quienes llegan a los talleres afirmando que no son machistas:


Pensaba que al llegar a mi casa y al poder ayudarle a mi esposa con lavar los trastes, con cuidar a los niños o con reparar algunas cosas en la casa, estaba contribuyendo con el trabajo de ella. Pero en el taller yo he aprendido que realmente esas son mis responsabilidades como parte de ese hogar; que esas tareas realmente deben ser compartidas para tener una sana convivencia.


No es fácil crear espacios más tranquilos para vivir en esta sociedad de Honduras, que es muy machista, que por muchos años ha estado dominada por el patriarcado. Sin embargo, hago un fuerte llamado a todos los hombres, para que podamos generar hogares más seguros e igualitarios donde reine la tranquilidad.


Una tranquilidad que solo es posible con condiciones de equidad de género necesarias en todos los países del mundo, pues pese a que esta es contemplada como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por los estad os miembros de la ONU, las metas están lejos de lograrse, como lo demuestra un reciente informe de la misma entidad, que da cuenta de que en lugar de avanzar se está retrocediendo en metas de no violencia contra las mujeres, por lo que hace un llamado urgente para transformar duras realidades como éstas: “Cada año, 245 millones de mujeres de más de 15 años son víctimas de violencia física; una mujer de cada cinco se casa antes de los 18 años; las mujeres realizan 2,8 horas más de tareas domésticas que los hombres y solo representan el 26,7 % de los parlamentarios […]. Para 2030, 342 millones de mujeres (el 8 % de las mujeres del mundo) vivirá en extrema pobreza […]. El mundo le está fallando a las niñas y las mujeres”, según el informe El progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de género 2023, de ONU Mujeres.


Por eso mismo, es importante distinguir experiencias como ésta, de Cáritas Honduras, en un país de contrastes donde por primera vez tienen una presidenta responsable del gobierno nacional, pero en el que, al mismo tiempo, es común escuchar de voces diferentes sectores, políticos, medios de comunicación, analistas políticos e incluso ONG, que “ella no manda”, que “el que manda es el marido” o “claro, lo hizo mal porque es mujer.”


Un país donde se vive esta experiencia trascendental y bienvenida de cimentación de unas masculinidades equitativas y pacíficas, mediante la adopción crítica y pertinente de esta metodología, pues contribuye a cambiar condiciones evidentes o latentes que impiden hacer efectivos los derechos humanos para todos y, de manera contundente, para todas.

 

Textos: Gloria Londoño Monroy

Fotografías: Cáritas Honduras

2023

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