Fundación Instituto para la Construcción de la Paz, FICONPAZ y Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana: Aprendiendo de su programa Fortalecimiento a los Consejos Territoriales de Paz, Reconciliación y Convivencia, ConPaz.
Desde su independencia, Colombia ha padecido constantes confrontaciones armadas por el choque entre ideologías políticas distintas. En los años 90, se llegó a un punto cumbre en el conflicto por la entrada en juego de actores de economías ilícitas enfocados en obtener beneficios para sí mismos, a cualquier precio. Siempre la sociedad civil, especialmente en la ruralidad, fue la mayor perjudicada, pues secuestros, masacres intencionadas, muertes colaterales, constantes choques entre opositores, entre otros hechos, dejaron a su paso millones de vidas profundamente afectadas.
En esa misma década, el país llegó a acuerdos para fundar una nueva constitución política que promovía con ahínco, por primera vez, la participación ciudadana y civil, considerando a las comunidades y colectivos vulnerables o minoritarios. Y fue entonces cuando empezaron a aparecer y a funcionar estrategias para hacer efectivo el mandato constitucional, como el Consejo Nacional de Paz, creado por ley en 1998.
El no saber cómo participar, el desconocer cómo organizarse, el no estar acostumbrados a que se escuchara su voz, el temor a la participación y la exposición pública, el desinterés de algunos gobiernos de turno por ese mecanismo de participación, hizo que el Consejo –conformado en aquel entonces por un 70% de representantes de instancias gubernamentales, y un 30% de la sociedad civil– se quedara en el papel, como un organismo ‘decorativo o de fachada’, con reuniones ocasionales y sin mayor impacto.
No obstante, por iniciativa y presión de la misma sociedad civil, tras los acuerdos entre el Gobierno nacional y las FARC, en 2016, se revivió y revitalizó la figura con el Decreto Ley 885 de 2017, bajo el nombre de Consejo Nacional de Paz, Reconciliación, Convivencia y No Estigmatización, como se le conoce en la actualidad.
Desde entonces, la Iglesia y otras organizaciones se han apropiado de esta instancia –actualmente con un 30% de representantes gubernamentales y un 70% de representantes de 30 sectores de la sociedad civil–, y han hecho que realmente ejerza su función: ser consultora y asesora para los gobiernos nacional, departamentales y municipales, para incidir de forma efectiva y pertinente en la toma de determinaciones que afectan, de forma directa o indirecta, la construcción integral de la paz y de una cultura de no-violencia.
Monseñor Héctor Fabio Henao, quien fuese por muchos años el director del Secretariado Nacional de Pastoral Social–Cáritas (SNPS), y quien es el fundador y director de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz-FICONPAZ, fue nombrado primer presidente del nuevo Consejo, y su principal reto fue enfrentarse a preguntas veladas que se hacían desde muchos sectores: ¿cómo organizarnos y hacer efectiva la voz colectiva, para que sea escuchada y considerada por los distintos niveles gubernamentales, en diversos territorios? ¿Cómo conformar y, sobre todo, dar vida a los consejos regionales y locales? ¿Cómo articularlos entre sí? ¿Cómo vehicular, desde las bases, decisiones, comunicaciones y propuestas hasta la instancia nacional, para que no se dispersen los esfuerzos y no se difumine o distorsione la voz?
Alejandro Pérez participó en ese primer momento desde SNPS-Cáritas en la definición y la puesta en marcha del Consejo Nacional, y por ello nos cuenta la trascendencia que tiene ese organismo y algunos retos superados:
La importancia del Consejo es que realmente es la instancia de participación más diversa que tiene la sociedad colombiana (participan niños, niñas, adolescentes, mujeres, hombres y personas de otros géneros, campesinos, organizaciones civiles, distintos sectores…) que está reglamentada y reconocida en el orden jurídico.
Al principio, nos enfrentamos a retos prioritarios. Uno fue cómo hacer, considerando esa diversidad, una construcción de política pública de manera articulada, escuchando a las regiones, a la ruralidad y a los sectores participantes para que se sintieran incluidos; eso implicaba preguntarse cómo organizarnos, cuál iba a ser el reglamento interno, cómo se iba a trabajar en las comisiones. Por otra parte, estaba el constituir los consejos territoriales (departamentales y municipales). Y uno más fue que, por el proceso de paz que se estaba adelantando, era necesario pensar cómo garantizar y tener participación en la implementación de los acuerdos.
Comenzó, entonces, todo un esfuerzo pedagógico y de acompañamiento para fortalecer los consejos territoriales, así como para motivar la participación, el compromiso y la implicación civil, de tal manera que la sociedad se apropiara de esos espacios y mecanismos de participación civil. Nació, entonces, ConPaz, con apoyo de entidades como el Departamento de Estado de los Estados Unidos, como comenta Alejandro, ahora gerente del programa:
“Comenzamos en 10 regiones, con 50 consejos de paz, con dos objetivos muy sencillos.
El primero, de fortalecimiento interno. Eso implica revisar, por ejemplo, decretos nacionales, acuerdos municipales y ordenanzas departamentales; crear el reglamento interno; definir el plan de trabajo a cumplir en un tiempo determinado, para que las acciones no vayan a la deriva; capacitar para facilitar la comprensión de conceptos y procesos que ni siquiera los gobernantes a veces comprenden (qué implica ser consejero o consejera, cuál es su alcance y rol, cuál es la diferencia entre el Consejo y lo que hacen otros estamentos, como la figura de Alto Comisionado para la Paz, por ejemplo).
Es importante destacar, en este punto, que es cada sector el que se organiza, el que define sus representantes; no es quien encabece la alcaldía o la gobernación, o nosotros. Por ejemplo, son los campesinos quienes eligen a sus campesinos, o los grupos de mujeres las que escogen quiénes llevarán sus voces.
El segundo objetivo es de fortalecimiento externo para hacer que se conviertan en espacios relevantes de construcción de paz y conciliación, mediante acciones específicas transformadoras. Es decir, cuando ya tenemos una instancia articulada, organizada, comenzamos a acompañar y animar las acciones que definen en su plan. Por ejemplo, en algunas regiones, hacer seguimiento a la implementación de los acuerdos de paz con las FARC en sus territorios, o hacer que el tema de paz se incluya en los planes de desarrollo que definen alcaldes y gobernadores y que aprueban concejales locales o miembros de las asambleas departamentales.
La primera etapa del programa terminó (en 2023) con 125 consejos en funcionamiento, en 13 departamentos de Colombia.
Los Consejos de Paz, Reconciliación, Convivencia y No Estigmatización son hoy una realidad en ejercicio; un movimiento que, incluso, está siendo esencial para la tramitación de conflictividades locales entre la sociedad civil (en la ciudad de Cali y en el departamento de Caquetá, por ejemplo, hay casos significativos). También, para la gestión de problemáticas ambientales, la promoción del respeto a la dignidad humana, temas relacionados con la diversidad de género, la atención de situaciones asociadas a la movilidad humana (interna o transnacional) y al desplazamiento forzado, o la unión con la institucionalidad local para desarrollar diversos proyectos que buscan el bien común, el bien de la casa común, tratando de evitar las vías de hecho, como explica Alejandro.
Promover el seguimiento desde la sociedad civil a la implementación de los acuerdos de paz ha sido de lo más destacado, porque eso no es solo responsabilidad de la Procuraduría o los países garantes. También, las acciones y la incidencia para hacer efectiva la justicia restaurativa; el haber podido organizarse para realizar propuestas y jalonar recursos para hacerlas posibles, trabajando mancomunadamente con la institucionalidad, o el participar en diálogos regionales hechos para diseñar o validar el plan de desarrollo nacional en el actual gobierno.
ConPaz ha sido, pues, una experiencia que está dejando muchos aprendizajes no solo para Colombia, sino para todos nuestros países de América Latina y El Caribe, pues si bien ese tipo de consejo se ha utilizado en diversos países del mundo para hacer posible la paz, el proceso de fortalecimiento, de animación, de acompañamiento y de seguimiento llevado a cabo ha posibilitado dar continuidad, estabilidad y proyección a las voces y a los esfuerzos, desde enfoques de pluralidad y equidad.
Además, ha dejado materiales educativos y documentación muy valiosa, que contribuye al fortalecimiento de los Consejos, pero que, también, puede servir para orientar procesos e instancias similares, esto, gracias a la creación de una caja de herramientas en línea llamada La despensa de la Paz, sitio web que: “encuentra su inspiración en el Respuestario para los Consejos Territoriales de Paz, Reconciliación y Convivencia, esfuerzo conjunto entre la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de Colombia – MAPP-OEA, el Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas Colombiana, la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz – FICONPAZ y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz – OACP, para brindar herramientas que promuevan y fortalezcan instancias de participación ciudadana, especialmente para fortalecer y promover los CTPRC” (Caja de herramientas en línea https://despensadelapazficonpaz.com/).
De todas formas, aún quedan muchos retos, como el seguir construyendo condiciones para derribar muros financieros o culturales que ponen barreras a las potencialidades que tienen los consejos territoriales. Por ejemplo, para que los diálogos en esos mismos espacios sean pacíficos, sin hostilidades; o el aprender a valorar la diversidad de actores que pueden participar, que pueden sentarse a construir en la misma mesa, el empresario más reconocido, un campesino, una persona excombatiente, o una persona sin estudios formales. También, el desmitificar ideas dañinas, como que quien hace parte de la sociedad civil participativa es de una posición política de izquierda adversa a la democracia o en combate con la institucionalidad; e igualmente, el construir cultura política, de lo que es ejercer la política desde la ciudadanía; seguir favoreciendo y animando la democracia local; el mancomunar capacidades, o el seguir buscando, juntos, la apropiación completa de la seguridad civil.
El futuro se construye desde el presente, lo mismo que la paz. Por eso es de destacar, para quienes hacemos parte de esta Comunidad de Práctica, esta experiencia que nos permite aprender del programa Fortalecimiento a los Consejos Territoriales de Paz, Reconciliación y Convivencia, ConPaz.
Para más información, se recomienda consultar:
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Textos: Gloria Londoño Monroy
Fotografías: FICONPAZ
2023