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  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 11 jun 2024
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 12 jun 2024

 Edificando paz con pilares sólidos en Latinoamérica y El Caribe 


Inquietarse es un motivo. Querer, el comienzo. Hacer, el avance. Pero aprender, y sobre todo, de forma constante y consciente, es lo diferencial en la construcción de paz. Y es que edificar procesos sociales no es como pegar ladrillos, sino ponerles bases fuertes a los procesos, para que, como otro tipo de obras, no se derrumben al primer temblor o escollo, y para que lo que se haga no traiga nuevos problemas, sino los beneficios y las transformaciones necesarias y esperadas.


Justamente ese es el sentido del Diplomado en Construcción de Paz y Transformación Social de Conflictos ofrecido, entre 2022 y 2023, por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), el Centro Bíblico, Teológico y Pastoral (CEBITEPAL), Catholic Relief Services (CRS), el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad José Simeón Cañas (IDHUCA) de El Salvador y la Comunidad de Práctica Caminando Hacia la Paz: que quienes participen fundamenten su quehacer con conocimientos y habilidades, a partir de experiencias y recomendaciones de personas y entidades comprometidas con la construcción de la paz, la prevención y la gestión de violencias y conflictos, cuyas vivencias y prácticas, basadas en una constante revisión de las evidencias, les han permitido consolidarse como verdaderos artesanos de paz. 


El Diplomado es una propuesta formativa desde la Iglesia católica que pretende contribuir a desarrollar capacidades de observación, análisis y actuación, necesarias para formular, gestionar y evaluar iniciativas pastorales tanto orientadas a la prevención de violencias y conflictos, como a su atención cuando se producen.


A continuación explicamos un poco más los antecedentes, la propuesta metodológica y los horizontes de esta propuesta educativa para aprender a construir paz.


Colaborar y compartir aprendizajes: el origen del Diplomado


En 2011, la Conferencia Episcopal Mexicana, ante la situación del desbordamiento de las violencias que desató la declaratoria de guerra del gobierno a los cárteles del narcotráfico, se acercó a la colombiana para solicitarle orientación sobre cómo afrontar la situación, dada la trayectoria de esta última en la atención integral de este tipo de realidades que atentan contra la paz. 


Como parte de las acciones definidas de contribución y transferencia, la colombiana  Rosa Inés Floriano, quien hacía parte del Secretariado Nacional de Pastoral Social Cáritas Colombiana, diseñó un primer diplomado pensando en cómo contribuir a la transformación de estas dinámicas desde todo el quehacer social de la Iglesia. En 2013, comenzó a ofertarse, en varias versiones presenciales; solo la última, en 2019, fue virtual por la pandemia.  


Esa experiencia fue conocida por el padre Francisco Hernández Rojas, quien era secretario ejecutivo de Cáritas Latinoamericana. Convencido y esperanzado con la propuesta, solicitó documentarla y convertirla en un programa formativo más amplio, para ser llevada a otros países. Así surgió, en 2022, el actual diplomado, con apoyo de Susana Nuin Núñez, en aquel tiempo Coordinadora del CEBITEPAL, y de otras entidades que se sumaron aportando docentes y conocimientos



Desde sus inicios, el diplomado se pensó, desde una dinámica virtual, flexible, dialógica y colaborativa,  para ser ofrecido en países o entidades específicas, de tal forma que se facilitara la participación sin requerir desplazamientos y grandes inversiones, la contextualización de los contenidos en realidades concretas, complejas y cercanas, y la colaboración constructiva de iniciativas. Así, 470 personas han culminado la formación, en seis grupos diferenciados. El primero, ofertado para toda la región de Latinoamérica y Caribe; el segundo, en Paraguay; los dos siguientes para Centro América, el quinto para El Caribe y el sexto para la Zona Andina.


En cuanto a su estructura curricular y metodología, el diplomado incluye encuentros sincrónicos periódicos, diseñados bajo el método teológico pastoral de Ver, Juzgar y Actuar, en los que se abordan temas relacionados con la fundamentación conceptual para la construcción de la paz, el análisis del contexto y de los conflictos, la planificación de programas integrados e iniciativas de transformación social, las herramientas y estrategias de acompañamiento y seguimiento a los procesos, y los mecanismos para la evaluación de los esfuerzos, las actividades y las acciones. También, otros donde se analizan experiencias o casos reales de entidades que hacen parte de la comunidad Caminando hacia la Paz.    Todo esto, con apoyo de una plataforma de aprendizaje en línea facilitada por el CEBITEPAL.


Método Ver, Juzgar, Actuar, adoptado por la Doctrina Social de la Iglesia


Para evidenciar las comprensiones, los y las participantes se organizan por equipos, para diseñar y compartir, como resultado del proceso, iniciativas pastorales orientadas a atender conflictos específicos de sus propios entornos.


Todo lo anterior es dinamizado por un equipo formador de gran nivel, conformado por Isabel Aguilar Umaña (Guatemala), Diego Carranza (El Salvador), Richard Jones (El Salvador), Thomas Bamat (Ecuador) y la misma Rosa Inés Floriano (Colombia), entre otros docentes. Además, se cuenta con invitados de Cáritas El Salvador, el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) por la Paz, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (FICONPAZ) de Colombia, y la Coordinación Territorial en Jinotega de Cáritas Nicaragua, entidades que comparten metodologías de gran valor.


Ahora bien. A finales de 2023, se invitó a egresados(as) del diplomado a participar en la feria de iniciativas y el concurso Juntos Construimos Paz. Esto permitió compartir los proyectos que se diseñaron durante la formación, algunos ya en fase de implementación con apoyo de varias organizaciones, en los cuales se “abordan los desafíos que obstaculizan la paz en nuestras sociedades, permitiendo la cristalización de ideas inspiradas, del compromiso sostenido y de la creencia en un mundo donde la paz puede ser cultivada y compartida”, como se mencionaba en dicha convocatoria (daremos cuenta de las iniciativas ganadoras en otros artículos publicados en esta caja de herramientas).


Artesanos de paz forman a nuevos artesanos: testimonios de quienes han hecho posible esta experiencia


Desde la segunda versión del diplomado, la maestra mexicana Patricia Chávez Rosas asumió la coordinación académica, acompañada en la coordinación operativa por el colombiano Miguel Ricardo Gómez y, por parte del CEBITEPAL, por Cristina María Cabrera (en los dos primeros diplomados), Geraldine Hernández (en los dos siguientes)  y la Hna. Maritza Martínez Rodas (en los dos últimos).


Bajo la coordinación de Patricia, científica e investigadora en temas de pedagogía, didáctica y desarrollo humano, con una valiosa trayectoria en organizaciones educativas y en la Cruz Roja Internacional como asesora pedagógica, las versiones del diplomado comenzaron con un proceso de planeación conjunta con el equipo docente, buscando cualificar el proceso académico, consolidar la metodología de enseñanza, construir cartas didácticas o descriptivas de cada módulo, y establecer estrategias pedagógicas pertinentes.  De igual forma, con una caracterización previa de las personas participantes, para comprender mejor sus perfiles y establecer posibles estrategias de acompañamiento y de adecuación de los contenidos y actividades formativas, de acuerdo con las necesidades de sus contextos y organizaciones. Así mismo, se realizaron procesos de evaluación y documentación de las experiencias para gestionar el conocimiento adquirido e ir cualificando el programa académico.


Para Patricia, la modalidad virtual ha sido esencial, en tanto ha facilitado la participación de personas situadas en territorios alejados de los centros urbanos, ofreciendo 

(…) un universo de posibilidades para responder a necesidades reales y latentes, de gente que se pregunta “qué puedo hacer”, “con qué puedo colaborar”, “quiero ayudar, pero no tengo la menor idea de cómo hacerlo” o “si hago, cómo hago para no arriesgarme al no saber manejar ciertas situaciones”.  Yo creo, entonces, que el diplomado sí está haciendo la diferencia en muchísimos lugares y con muchísimas personas, al dar bases y sustento con información y herramientas que pueden verdaderamente aplicarse.


Por su parte, Rosa Inés Floriano, hoy Directora Ejecutiva del Instituto Interamericano por la Paz y la Reconciliación INSPyRE, añade que el esfuerzo ha sido bastante significativo, pues ha posibilitado

(…)  la confluencia de oportunidades, pues en el mundo eclesial hay una gran inquietud y necesidad de acceder a bases conceptuales, herramientas y experiencias de referencia que permitan orientar la labor de la Iglesia en la construcción de paz. Por ejemplo, ha permitido que la caja de herramientas de la Comunidad de Práctica Caminando hacia la Paz sea apropiada, pues me llamó la atención que, en la feria de iniciativas, varios de quienes pasaron por el diplomado mencionaron que habían utilizado en su proyecto –o están empleando– varias de las herramientas que han descargado de allí, lo que supone hacer un aporte significativo para mejorar lo que hacen los practicantes de la paz.


De otro lado, Cecilia Suárez, de CRS, entidad miembro de Caminando hacia la Paz y que apoya la implementación del diplomado, opina que esta formación se ha consolidado como un proceso de transformación en la manera como se construye paz desde las bases de la Iglesia, y que las entidades que hacen parte de la comunidad de práctica, con un enorme acervo en esta materia, lo han compartido con equipos de otros países distintos a los de sus zonas de influencia. Esto ha otorgado al diplomado un valor añadido, al estar basado en el análisis de casos reales y prácticos, en distintos contextos, con metodologías diversas e, incluso, algunos con recursos limitados, lo que ha demostrado que, pese a los inconvenientes, es posible sacar los proyectos adelante.  Igualmente, considera invaluable 

(...) el hecho de que se ha permitido conectar, en espacios regionales, a expertos técnicos que lideran microiniciativas y macroprocesos de construcción de paz, con aquellos expertos de trabajo que son la base de la Iglesia en los distintos lugares y comunidades, y poner al servicio de ello las herramientas que cada vez más se ofrecen en la caja de herramientas de la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz. Esto es esencial no solo para visibilizar lo que de forma independiente hacen los actores eclesiales en cada país o territorio, sino para cohesionar esfuerzos, talentos y recursos de la misma Iglesia. 


Finalmente, Susana Nuin Núñez comenta que el valor “del diplomado, en singular, como modelo educativo para la paz”, y  de “los diplomados, en plural, como procesos educativos, cada uno con particularidades específicas”, radica, también, en la forma sinodal de concebirlo y encararlo, y en que se basa en prácticas de paz reales, con buenas incidencias y reflejos, ambos aspectos que robustecen la propuesta formativa:

En el CELAM habíamos dado cursos sobre resolución de conflictos, pero tal vez con propuestas educativas un poco más aisladas entre sí. Por eso, este diplomado nos pareció muy completo y acertado para abordar las realidades de todas las regiones de nuestra Latinoamérica, pues hacía falta esa integralidad, ya que entendíamos que era (y es) necesario fortalecer ese tejido y esa cultura que se requieren para la construcción de paz. Además, porque incluye la identificación y la acción para afrontar los conflictos, algo que tenemos que fomentar, pues nuestro continente está minado de situaciones inquietantes, de violencias leves  y profundas, de conflictos latentes y manifiestos. También, porque nuestra América es un continente que tiene sangre en sus venas, que llama a la unidad, la fraternidad y hermandad, para hacer frente a intereses que fagocitan los esfuerzos y que no permiten que esto de la paz coagule.


Yo no creo que el fin justifique los medios, sino que los medios y los fines van unidos; tienen que ser coherentes. Y este diplomado es coherencia, al estar hecho en sinodalidad, hecho con personas expertas que no solo miran la teoría, sino que miran y experimentan a diario la práctica, hecho con docentes y desde instituciones que han actuado y actúan en pro de la paz, ofreciendo una cosmovisión integral y novedosa.


El Futuro del diplomado: un alto en el camino para repensar la acción


En la actualidad, el ejercicio realizado está siendo evaluado para buscar nuevas posibilidades, renovar contenidos y estrategias, y dar impulso a las iniciativas diseñadas por los y las participantes, favoreciendo la colaboración interinstitucional. 


También, se está evaluando no solo hacer convocatorias abiertas a diversas personas, sino ofrecer el diplomado a equipos de trabajo de instituciones concretas, adaptándolo a sus necesidades y contextos, de tal forma que los resultados del proceso puedan trasladarse a proyectos que puedan ser gestionados, generando nuevos conocimientos. 


Del mismo modo, como explica la maestra Patricia:

Por una cuestión multiplicadora, deseamos formar formadores que puedan, en ciertos lugares, replicar el diplomado, con apoyo de materiales y medios que habría que crear para apoyar este proceso formativo. Además, como este proceso no solamente se queda en los conceptos, sino que se conecta a la gente, consideramos que vale la pena pensar en cómo potenciar aún más esa conexión al culminar la formación, y que las mismas personas que terminan uno de los diplomados puedan seguir participando (por ejemplo, compartiendo sus iniciativas con los nuevos estudiantes), para que se consoliden como nuevos formadores de la paz.


Los retos son muchos, pero mientras se reflexiona sobre cómo afrontarlos y cómo responder con una formación que reconozca los contextos cada vez más complejos, se observa con ilusión una nueva edificación que, tomando como referente al diplomado, se está llevando a cabo en Honduras, como lo explica Rosa: 


Estamos lanzando una nueva experiencia formativa, pero con docentes, en el campo de la educación formal. Eso, por ejemplo, representa una muy buena oportunidad porque implica centrar los contenidos y las actividades de enseñanza y de aprendizaje en el contexto escolar. Eso llevará a que las iniciativas se anclen en esa realidad, que propongan soluciones concretas, y nos compromete con ayudar a “aterrizar” mucho más el aprendizaje en un ámbito puntual. Y es que cuando son cursos abiertos, la diversidad de los y las participantes –en cuanto a sus ámbitos de acción y sus niveles de conexión con las instancias de la Iglesia– presenta el desafío de lograr ese nivel de “aterrizaje” plasmado en iniciativas viables. Pese a eso, algunas han logrado consolidarse, y eso es ya un gran logro.


En definitiva, el diplomado representa una oportunidad para quienes asumen el compromiso de propiciar, acompañar y gestionar procesos que, de forma sólida y potente, conlleven la prevención, atención y mitigación de los efectos de los conflictos y las diferentes formas de violencia. Una oportunidad para que personas artesanas de paz, en su labor pastoral, en el día a día, ayuden a cimentar una paz que se manifieste en espacios, prácticas y culturas de confraternidad y reconciliación, y que haga de los principios del Evangelio sus pilares. 


 

Junio de 2024

Por: Gloria M. Londoño Monroy

FICONPAZ

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 may 2023
  • 8 Min. de lectura

Un constructor de paz.

 

Si alguien sabe sobre los intríngulis del complejo conflicto colombiano que arrecia al país casi desde sus inicios como república independiente, pero, especialmente desde mediados del siglo XX; si alguien sabe cómo construir paz en medio de una basta complejidad; si alguien tiene credibilidad y ha logrado establecer redes de articulación con gobernantes, empresarios, líderes y representantes de diversos sectores de la sociedad para lograr procesos sistémicos que lleven a una convivencia pacífica; si alguien ha defendido a las víctimas, en medio de las adversidades y ha liderado negociaciones con diversos grupos al margen de la ley en su país; y si alguien está convencido de que la reconciliación y la paz son trayectos largos que se empiezan a transitarse desde la misma infancia, es sin duda Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria.


Y es que este sacerdote de vocación tardía, nacido en 1952, comenzó desde muy joven a estudiar para comprender el contexto de su ciudad natal, Medellín, y de su país, Colombia: “nací en una familia de ocho hijos; soy el sexto, en un hogar con una relación profunda de amor y afecto. Viví en una época de transformación de la ciudad, cuando comenzaba a industrializarse y llegaba mucha gente de diferentes pueblos de Antioquia y de otros lugares del país buscando oportunidades; mis padres, entre ellos. Más tarde viví la experiencia del año 68, cuando hubo un profundo cambio cultural en el mundo (en la vida estética y social); un año de mucha conmoción, con muchas consecuencias. Todo eso me llevó a interesarme por la sociología, y fue en la universidad donde me reencontré con un sacerdote conocido, que me motivó a complementar la carrera con estudios de teología. Desde niño tenía una inclinación profunda por los temas espirituales, además de los sociales, así que comencé a madurar la idea de hacerme sacerdote. Entré a un seminario para vocaciones tardías profesionales. Terminé mis estudios de sociología en la Universidad San Buenaventura, y los de filosofía y teología en la Universidad Pontificia Bolivariana”, recuerda.


En los años 80, uno de sus primeros destinos en el Ministerio fue la Parroquia Santa Gertrudis, en Envigado, municipio del área metropolitana de Medellín, afectado con fuerza por el auge del narcotráfico, con la influencia del llamado Cartel de Medellín. Allí pudo observar las transformaciones en las dinámicas sociales que poco a poco se gestaban en la sociedad no solo local, sino colombiana en general, ocasionadas por la influencia de las economías ilícitas y, con ellas, por la cultura del dinero fácil, de la solución de las discrepancias por la vía armada, de la anulación del valor de la vida humana.


Años más tarde fue enviado a estudiar Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma, donde terminó obteniendo la máxima nota, Cum Laude, por una investigación acerca de las ideologías, y fue cuando, a su regreso a Colombia, comenzó a pasar de los estudios a la acción en favor de la paz: “llegué a trabajar en la Pastoral Obrera de la Arquidiócesis de Medellín y posteriormente en la Pastoral Social de la misma ciudad, donde tomé contacto con diversos movimientos y confrontaciones entre bandas, policías y jóvenes”, en plena época de una violencia irracional que arreciaba en la ciudad, a tal punto que la llevó a ser catalogada como la más violenta del mundo (ejemplo de ello es que en el año 91 se presentaron 381 homicidios por cada 100.000 habitantes; 11.000 homicidios en un año, casi mil homicidios al mes).


“En ese tiempo hubo una masacre en un barrio llamado Villatina, en la que murieron 8 niños y un joven, el 15 de noviembre de 1992. Hoy se sabe que fue perpetrada por miembros de la Policía Nacional. La ciudad empezó entonces a movilizarse, pero sin tener una ruta organizada para hacerlo. En ese momento me propusieron formar y acompañar una mesa de trabajo para encontrar caminos de solución. Esa fue tal vez mi experiencia inicial de construcción de paz propiamente dicha, pues comenzamos a hacer posible el primer escenario de diálogo urbano con autoridades, empresarios, miembros del Concejo de Medellín y de la Asamblea Departamental, representantes de la policía y el ejército, la Procuraduría, miembros de comités de derechos humanos, grupos juveniles, organizaciones de base, la sociedad civil y diversos actores, para buscar soluciones a la violencia. Se creó la Consejería Presidencial para Medellín, a cargo de María Emma Mejía (periodista, política y diplomática colombiana) y con ella empezamos a organizar esos primeros esfuerzos, en contextos urbanos, para superar la grave situación”, relata Monseñor.


La Mesa de Trabajo por la Vida, constituía en diciembre de 1992, se enfocó en el respeto y el rescate del valor y dignidad de la vida humana, y propició la primera marcha ciudadana y una serie de eventos públicos, en 1993, con el lema “Elige la vida y vivirás: tú y tus descendientes”, tal vez hitos históricos en la construcción de paz en el país, por la movilización de miles de ciudadanos y por la articulación de diversos sectores.


Posteriormente, y como fruto también de esa relación, Monseñor fue nombrado Tutor Moral en el proceso de desmovilización de las Milicias Populares del Pueblo y para el Pueblo, grupo surgido en en 1986 en la zona nororiental de la ciudad, cercano a la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN). En 1994 se logró su desmovilización y ese mismo año acompañó, también, con Monseñor Nel Beltrán y representantes internacionales, los procesos de negociación en Flor del Monte (en la región de los Montes de María, municipio de Ovejas, departamento de Sucre), que llevaron a la firma de un acuerdo de paz con la Corriente de Renovación Socialista, una disidencia del ELN.

Posteriormente, en 1997, fue trasladado a Bogotá para asumir la dirección de la Pastoral Social-Cáritas Colombiana; cargo que desempeñó por algo más de 20 años, y que lo motivó a seguir cualificándose en la comprensión de las realidades colombianas, en la negociación de conflictos, en la prevención y atención a diversos tipos de violencias; este último, tema al que se dedica formalmente desde 1996, cuando participó en la creación de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (FICONPAZ), organismo de la Arquidiócesis de Bogotá que también dirige, orientado al diseño y desarrollo “de procesos en comunidades de base y con sectores específicos de población, desde una perspectiva de educación para la paz, que permitan a las y los destinatarios ejercer con plenitud su ciudadanía, construir nuevos referentes y valores para la convivencia pacífica y la transformación no violenta de los conflictos y consolidar propuestas para la defensa, promoción y vivencia de los derechos humanos”. Es desde esta institución que ha irradiado sus conocimientos, sus experiencias y su quehacer al acompañar también otras experiencias de construcción de paz, especialmente con niños, niñas y adolescentes, en otros países de Centro América y El Caribe.


Así pues, su andar para construir paz, de vieja data, ha tenido impactos bastante significativos. Otro ejemplo de ello, que se suma a los anteriores, es su participación, en el año 2003, en la gestión para la liberación de siete jóvenes extranjeros secuestrados en la Sierra Nevada de Santa Marta (norte de Colombia, en el departamento de Magdalena), por parte del ELN, en el marco de la operación Allende Vive, emprendida por esa guerrilla al cumplirse 30 años de la muerte del general. Tal experiencia lo llevó a comprender que es necesario analizar muy bien los contextos y las repercusiones de los conflictos y las violencias entre los habitantes de los territorios afectados, es decir, de la sociedad civil, pues para poder conseguir la liberación, fue necesario realizar todo un estudio social en la zona, con la participación del alto Comisionado de la ONU para Colombia, la organización Acnur, organismos gubernamentales y no gubernamentales para los Derechos Humanos de Europa, Estados Unidos y Colombia.


“El informe humanitario que resultó de dicho estudio, permitió entender la situación de la Sierra en relación no solo al accionar del ELN y de otras organizaciones al margen de la ley, sino también, las múltiples afectaciones en las víctimas, en este caso, muchas de ellas indígenas”, menciona Monseñor Henao, quien ha sido representante de la Iglesia ante múltiples plataformas de trabajo con víctimas, y quien ha sido un gran defensor de estas, pues sin ellas, su voz y su participación, ve inviable la sostenibilidad de las acciones de paz.


Y finalmente, se destaca su designación como Tutor Moral en el periodo de contactos entre el actual gobierno nacional, presidido desde agosto de 2022 por Gustavo Petro, con ELN, asunto que lo ha llevado a ser invitado a La Habana, Cuba, donde se desarrolla un diálogo exploratorio sobre diversos asuntos, como el desplazamiento forzado; también, con otros actores (disidencias de las FARC, grupos y economías ilícitas, etc.) que ahora se disponen a negociar con el gobierno central.


Así, el y arduo recorrido de Monseñor Héctor Fabio Henao en favor de la gestión de los conflictos entre diversos grupos armados en confrontación, y de la prevención y atención de violencias, lo ha llevado a ser toda una autoridad en construcción de paz no solo local, regional y nacional, sino internacional. Y por eso, sus consejos para quienes nos interesamos en caminar hacia ella, son de inigualable valor:


Primero, el mejorar cada día las habilidades de quien trabaja por la paz: “este trabajo requiere unas condiciones y capacidades personales. Entre ellas, las necesarias para propiciar acciones, para articularse con diversos actores, sectores e instituciones; para crear y fortalecer las relaciones; para formar y consolidar redes; para irradiar el trabajo y los aprendizajes. Hay que construir con otras personas, porque la paz no se hace de forma individual, con protagonismos personales, a corto plazo, sino que se consigue mediante la articulación y acción constante de múltiples redes, lo que implica hacer todos los esfuerzos posibles en mantener relaciones sanas y positivas con diferentes personas y organizaciones”, enfatiza.


Así mismo, resalta la necesidad de aprender a escuchar, más que a hablar: “el tema de la paz es un trabajo de escucha como mecanismo de aproximación a las víctimas, porque todo proceso de construcción de paz debe partir de escucharlas; es decir, no debe iniciar solo con el trabajo con los victimarios. Empieza en el contacto, en la creación de relaciones, en la formación de redes, en el trabajo en el día a día con quienes han sido víctimas; en el contacto y en el interés por quienes han sufrido. Hay que tener la capacidad de caminar con la gente, de buscarlos, de escuchar a las distintas partes, de favorecer el logro del bien de ellos, sin radicalizaciones, ideologizaciones. Hay que hacer en favor de las víctimas todos los procesos. Esas son condiciones muy importantes e innegociables para la construcción de paz”.


También, Monseñor menciona la importancia de la autonomía y de la paciencia: “en este camino hay que tener cierta distancia para poder emprender una negociación, para encontrar una posible solución concertada. También, quien trabaja por la paz debe tener paciencia, saber que es un trabajo de largo plazo, que la paz no se logra en corto tiempo, sino que requiere mucha elaboración. Es una labor que se debe emprender sin afanes, teniendo la humildad para reconocer que uno no puede resolver todos los problemas”, afirma.


Ahora bien, sobre su visión sobre los conflictos en América Latina y El Caribe, Monseñor opina que hay, en la actualidad, unas condiciones desfavorables que limitan el camino hacia la paz. Entre ellas, la existencia de conflictividades marcadas por la polarización y la politización; otras de nuevo orden con base en lo económico (en las diversas economías ilícitas como el narcotráfico y algunas actividades mineras, en las condiciones de pobreza extrema, en la incapacidad de los sistemas de resolver las aspiraciones y la atención a las necesidades de la mayoría de las personas); unas más relacionadas con el fortalecimiento de la corrupción y de las organizaciones criminales incluso en los ámbitos legales y, con mayor acento, la expansión de una cultura de la indiferencia que naturaliza los efectos de los conflictos y las violencias en las personas y en las poblaciones afectadas.


No obstante, también este caminante observa otros factores que hacen contrapeso y que se convierten en factores positivos y favorecedores, como lo son la tendencia en algunos gobiernos, cada vez más, de reorientar su posición para buscar articulaciones que favorezcan la solución de los problemas; unas nuevas perspectivas para actuar de manera articulada no solo desde el gobierno, sino también desde otros sectores, incluyendo a la sociedad civil en la búsqueda de soluciones; el aumento en las capacidades para propiciar diálogos que lleven a la solución de los conflictos, y la educación para la paz que poco a poco empieza a dar frutos.


Y es que si alguien sabe de construcción de paz y si alguien es autoridad en la materia, es Monseñor Héctor Fabio Henao, el colombiano que entrega su vida para crear una visión, una cultura diferencial y unas condiciones de largo aliento, para que su país y otros del mundo puedan consolidar unas condiciones de justicia, equidad y paz.

Un pastor comprometido con la paz

Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria, Prelado de Honor del Santo Padre. Ha sido consejero nacional de paz, en representación de la Conferencia Episcopal de Colombia, y se desempeñó como presidente del Comité Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia desde el 19 de diciembre de 2017 hasta el 31 de diciembre de 2019, por decisión consensuada de los integrantes de dicho Comité para el período en mención.

Impulsor de la paz negociada y defensor de la reparación a las víctimas del conflicto. Experto en procesos de concertación entre la sociedad civil, el gobierno colombiano y la comunidad internacional, para un plan de cooperación en la construcción de paz. En Medellín, en momentos de graves enfrentamientos armados, lideró la Mesa de Trabajo por la Vida para procesos de negociación urbana del conflicto armado y social.

Actualmente, se desempeña como delegado de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para las relaciones Iglesia-Estado y es el director de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz – FICONPAZ, en su país.


 

Mayo 2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 31 mar 2022
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2023

Somos Una Comunidad de Práctica Regional en Construcción de Paz

Nacimos en 2020 como un espacio de articulación de organizaciones basadas en la fe que, desde sus propios espacios y potencialidades, han venido caminando hacia la paz, tal como nuestro nombre indica.


Como comunidad de práctica queremos potencializar nuestras experiencias, capacidades, resultados e impactos en función de acelerar la construcción de sociedades más justas y pacíficas en América Latina y el Caribe. Desde el amor a la vida y la esperanza propios de nuestra fe, nos une la vocación por caminar juntos, e invitar a este peregrinaje a otros y otras, sin importar su credo, para contagiarles ese sentido de urgencia por lograr aquellos cambios que necesitamos como sociedad para eliminar la polarización, la injusticia y la violencia, en todas sus formas. Estos flagelos, como tristemente sabemos, afectan tanto la vida de los seres humanos como la vida en el planeta, poniendo en riesgo nuestra realización plena como hijos e hijas de Dios.


Este video te explica nuestra razón de ser:

 

Caminando hacia la paz – Comunidad de Práctica es un espacio de articulación de organizaciones basadas en la fe que, desde sus propios espacios y potencialidades buscan la paz. La Comunidad busca potencializar experiencias, capacidades, resultados e impactos en función de acelerar la construcción de sociedades más justas y pacíficas en América Latina y el Caribe.




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