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  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 26 mar
  • 8 Min. de lectura

Tejiendo esperanza en los caminos de la memoria y la dignidad


Xiomara Guadalupe Bedoya Mendoza es una mujer profundamente comprometida con la memoria, la justicia y la verdad en Guatemala, un testimonio vivo de resiliencia, compasión y esperanza inquebrantable. Sus pasos, marcados por la búsqueda de justicia y dignidad, trazan un sendero de sanación que va más allá de la recuperación personal, para convertirse en un abrazo colectivo que sana heridas ancestrales.


Raíces de compromiso

Xiomara hace parte de una familia de cuatro hermanos, siendo la única mujer y la más pequeña. Sus padres, casados por más de 50 años, le inculcaron valores de solidaridad y amor. "Mis papás estuvieron casados más de 50 años. Mi papá falleció hace tres años. Soy la más pequeña y la única mujer de cuatro hermanos. Mis tres hermanos están casados. Uno falleció en 2024, mi hermano menor," recuerda Xiomara con nostalgia.


“Tengo tres hijos, el primero tiene 34 años, el segundo 30 y el tercero 23. Mi hijo mayor tiene una niña de 11 años, entonces también soy abuela”.


“Cuento con la fortuna de integrar una familia unida. Yo amo a mis hermanos, somos muy solidarios. Me siento muy cuidada y acompañada por ellos, también muy apoyada por mis padres. Mi relación con mis hijos es muy positiva, nos tratamos con mucho amor”, expresa Xiomara con gratitud y amor.


Xiomara recuerda sus primeros frutos profesionales. “Soy maestra, es mi primera carrera”, señala con orgullo. Durante cuatro años, trabajó en la educación primaria, conectando con los niños y los jóvenes que más necesitaban su apoyo. Después de graduarse como Maestra de Educación Primaria, decidió estudiar psicología, para profundizar en la comprensión de las heridas del alma y encontrar formas de sanarlas.


Ya en el ejercicio como psicóloga, se le presentó la oportunidad de unirse al Grupo de Apoyo Mutuo, una organización que nació de la iniciativa de un colectivo de mujeres en busca de sus familiares desaparecidos durante el conflicto armado Interno en Guatemala. Xiomara trabajó allí durante nueve años, primero como secretaria, y poco a poco, su pasión y dedicación la llevaron a convertirse en una pieza fundamental de la organización.


“Mi paso por el Grupo de Apoyo Mutuo marcó un antes y un después de mi ejercicio profesional y de mi apuesta de vida. En Guatemala hay un movimiento social muy fuerte por el tema de la búsqueda de los desaparecidos, ligado al tema de los derechos humanos y por el acompañamiento a las mujeres y a las personas que están en esa tarea tan fuerte, tan dura, de buscar y de encontrar a sus seres desaparecidos. Este camino de nueve años, las vivencias y los aprendizajes, influyó en el resto de mi apuesta personal y profesional”.


“Cuando estudiaba psicología, pensaba que sabía lo que era el dolor, pero no podía imaginar el impacto que tenía en las personas que lo vivían. El simple acto de escuchar, de permitir que alguien expresara sus heridas, era un acto de humanidad”, señala Xiomara a propósito de los aprendizajes que le dejó este proceso. “Escuchar a personas que habían vivido la desaparición de sus seres queridos, la masacre, la detención, fue un caminar por el dolor y la tristeza, pero también un encuentro con la compasión y la empatía”. Y es precisamente ese proceso lo que le hace amar su trabajo, especialmente el acompañamiento a las mujeres, quienes ocupan un lugar especial en su corazón.


El impacto de las exhumaciones

El acompañamiento psicosocial durante las exhumaciones e inhumaciones de restos humanos fue una parte fundamental del trabajo de Xiomara en el Grupo de Apoyo Mutuo. Este proceso permite a las familias encontrar a sus seres queridos desaparecidos, comprender y dignificar la memoria, lo que contribuye a cerrar un ciclo de dolor. 


Según datos de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), desde 1997 se han exhumado más de 8.000 cuerpos en todo el país, lo que ha permitido identificar a más de 3.500 personas desaparecidas durante el conflicto armado (FAFG, 2023). "Cuando se realizaban las exhumaciones, era un choque emocional para familiares y personas de la comunidad, porque obviamente estábamos entregando restos humanos en huesos y eso generaba un impacto muy fuerte en los presentes", explica Xiomara.


El proceso de exhumación requiere una preparación y un acompañamiento psicosocial de compromiso. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) ha documentado que más de 200.000 personas fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas durante el conflicto armado en Guatemala (CEH, 1999). "Eso implicaba un trabajo y una preparación muy fuerte para explicarle a las personas en qué consistía una exhumación y cómo podían afrontar el recibir a sus seres queridos en otras condiciones físicas; para ello nos apoyamos con fotografías para ilustrar los pasos de una exhumación", siempre en coordinación en con el equipo responsable de la FAFG, detalla Xiomara.



La influencia de la Iglesia y de monseñor Gerardi

El 24 abril 1998, Xiomara tuvo la oportunidad de asistir a la presentación del informe "Guatemala: Nunca Más" , liderado por monseñor Juan Gerardi y un equipo pastoral, articulado en el Proyecto REMHI, que recoge el esfuerzo de la Iglesia guatemalteca para documentar la verdad sobre el conflicto armado, rompiendo el silencio y rescatando la memoria de las víctimas. El informe revela el dolor de la guerra, llama a la reconciliación y a contribuir a la construcción de una sociedad más justa, basándose en valores éticos y en el compromiso con la dignidad humana. Este informe fue un hito en la recuperación de la memoria histórica de Guatemala, documentando las atrocidades cometidas durante el conflicto armado. El país sufrió más de 36 años de guerra, que dejaron más de 40.000 personas desaparecidas, masacres en comunidades y una estela de dolor muy profunda.


La presentación del informe fue un momento crucial, pero también trágico. "A los dos días de la presentación, matan a monseñor Gerardi; sin embargo, la Iglesia siguió comprometida con el acompañamiento a las personas y con el compromiso con la memoria, la verdad y la justicia", afirma Xiomara.


La Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG)

Tras nueve años de dedicación en los Grupos de Apoyo Mutuo, Xiomara se vio obligada a dejar la institución por motivos de salud. Durante el año siguiente, mientras buscaba nuevas oportunidades, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG) le abrió las puertas a Xiomara para ser parte del equipo de psicólogos que atienden procesos de inhumación, así como en otros proceso de acompañamiento psicosocial que se fueron generando con el transcurrir del tiempo (grupos de Promotoras Voluntarias Comunitarias de Salud Mental, atención y transformación de conflictos sociales, atención de casos a nivel individual, acompañamiento psicosocial a personas criminalizadas por la defensa de los derechos humanos y del territorio, y a líderes comunitarios).  


"La ODHAG tiene dos áreas: el Área de Cultura de Paz que trabaja todo lo relacionado con educación y memoria histórica, y el Área de Defensa de la Dignidad Humana, que es donde yo estoy y desde donde atendemos y acompañamos todos los casos, directamente, con personas que están afectadas por la violencia", detalla Xiomara y agrega: “es un trabajo muy comprometido y sentido el que hacemos porque, desde esta área, se busca promover la dignidad y los derechos de las víctimas de violaciones de derechos humanos mediante un acompañamiento multidisciplinario integral, que incluye aspectos jurídicos, psicosociales y humanitarios. Gran parte de nuestro trabajo se centra en la búsqueda de verdad, justicia y reparación, acompañando procesos de sanación individual y comunitaria, con el objetivo final de restablecer derechos y construir una sociedad más fraterna y solidaria. Acá, desde hace 17 años, la vida me puso, de nuevo, en un lugar donde puedo crecer como persona y como profesional, me siento feliz, bendecida y comprometida”.


Durante la pandemia del COVID-19, Xiomara recibió formación en la metodología GAM ¡Mujer, no estás sola!, que busca la creación de Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM) mediante una ruta de formación que se convierte en un camino de sanación para que ellas mismas emprendan un proceso personal de transformación.

Esta metodología se ha convertido, también, en una herramienta fundamental para el trabajo de Xiomara, y le ha permitido acompañar a mujeres en procesos de sanación y empoderamiento. "Es emocionante verlo y vivirlo. Yo, al inicio, les parezco a ellas una extraña, y después me cuentan más de cerca sus historias, me abren su corazón, me comparten sus sueños y sus logros, entonces lograr ver esos cambios ha sido de mucha satisfacción", reflexiona.


Xiomara ha implementado la metodología GAM en varios grupos de mujeres en diferentes municipios de Guatemala: "El primer grupo lo conformaron 15 al inicio, luego se quedaron 12 y todas ellas sufrían violencia”.


El proceso de implementación no ha sido fácil, pero los resultados han sido transformadores. "Con el primer grupo, en 2022, me costó un poco. El reto era lograr el interés de ellas en estos procesos y la comprensión de la importancia y sanación emocional. En los grupos hay mujeres que toman nota de los puntos que para ellas son importantes, otras tienen limitación para escribir; entonces lo ideal es buscar imágenes y adaptarlas según el contexto, y poder facilitar la metodología para hacer las presentaciones", explica Xiomara.


Actualmente, la metodología GAM ha llegado, de la mano de Xiomara, a 90 mujeres de municipios y comunidades muy diversas como Chinautla, Alta Verapaz, El Progreso, Sacatepéquez y en la Ciudad de Guatemala.


La sororidad y el empoderamiento

Para las participantes, la metodología GAM ha permitido fomentar la comunicación, generar confianza porque pueden expresarse sin ser juzgadas, generar espacios de escucha activa, promover los valores, el respeto y la empatía con otras mujeres. En los últimos años, Xiomara ha concentrado su trabajo en el empoderamiento de mujeres a través de los grupos GAM. Su labor va más allá de un simple acompañamiento; se trata de un proceso de sanación y reconocimiento.


Una profunda filosofía de sororidad guía el trabajo de Xiomara y el horizonte del proceso, tal como ella señala: "Nuestra intención es que se lleven todo lo aprendido, pero que no se quede en ellas, es para la amiga, para la mamá, para la vecina, para la hija… para todas".


El empoderamiento de las mujeres es un proceso continuo y transformador. "Incluso cuando terminamos el proceso, las mujeres siguen. Hay mujeres que siguen y que multiplican todo lo que ya vieron. Tenemos muchos casos de mujeres que ya procuran espacios para apoyar a otras, eso ya es muy satisfactorio porque da cuenta de una acción sorora de transformación", explica Xiomara.


Lo recorrido y las sendas por caminar

Xiomara agradece a la vida por haberla llevado a estos espacios de trabajo y de crecimiento personal, pero siente que aún queda mucho por hacer. “Doy gracias a la vida que me trajo a estos espacios, muy duros, la mayoría de las veces, muy duros… pero también de vivencias que me marcaron”, expresa con gratitud.


Recapitula algunos de los momentos que más lleva en el corazón de todo su camino, como los reencuentros de padres con niños desaparecidos, los reencuentros de familias enteras y “los reencuentros de los que sobrevivieron con los que fueron desaparecidos, eso también llena de satisfacción porque es ayudar a sanar heridas”.  


En la balanza de lo personal, ahora también ocupa un gran espacio todo el trabajo y las vivencias con las mujeres GAM porque, como ella misma lo dice, “trabajar con grupos de mujeres que encontraron sus propias fuentes de poder personal, es todo un motivo de esperanza y me renueva en mi compromiso por dejarle a esas mujeres, a sus familias, a sus comunidades y al país, una senda de equidad donde los sueños de todas y de todos, caben y son valorados”. 


 

Textos: Carlos Henao - FICOPAZ

Fotografías: ODHAG

2025

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 15 sept 2023
  • 10 Min. de lectura

Fundación El Buen Pastor, con acompañamiento de Catholic Relief Services: Su experiencia al implementar la metodología ¡Mujer, no estás sola!


"GAM ha transformado mi vida en una mujer más entregada a sí misma, a mi personalidad, a mi físico, a mis emociones. Yo puedo compartirles a otras mujeres que no podemos dejarnos maltratar, ni violentar, ni que nos bajen la autoestima, por ninguna cosa que esté pasando; que sí podemos tomar nuestras decisiones. En lo espiritual, me ayudó con muchas experiencias a conectarme con Dios y conmigo misma, participante Seccional Cartagena (Colombia).


Mujer, no estás sola! es una metodología impulsada por Catholic Relief Services – CRS, basada en evidencia, que busca brindar atención psicosocial integral (primaria, secundaria y terciaria) a quienes se han visto afectadas por los impactos nocivos de las violencias, haciéndolo mediante un proceso con enfoque vivencial que promueve vínculos sanadores de conversación y soporte emocional gracias a la participación e integración en los Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM).


En 2021, la Fundación Internacional del Buen Pastor (GSIF, por sus siglas en inglés), en alianza con CRS, comenzó a promover el uso de la metodología en las provincias de la Congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de América Latina, para responder al llamado urgente que clamaban cientos de mujeres que buscaban recibir ayuda debido a dolorosas situaciones de violencia; en aquel momento, incrementadas por el contexto de pandemia.


La Fundación el Buen Pastor (FBP), con presencia en seis ciudades de Colombia y dos de Venezuela, obra de la Congregación, hizo parte del proceso inicial de formación de formadoras, y desde entonces aplica la metodología en su provincia.


Conversar con la hermana Adriana Patricia Angarita, directora de la FBP, y con Laura Valeria Zapata, coordinadora de Programa y Planeación, nos permite aprender de esta significativa experiencia a partir de un testimonio real de cohesión, organización y empoderamiento de mujeres resilientes:


Lo primero que hicimos fue participar de la formación regional ofrecida por CRS a organizaciones hermanas en América Latina; participamos responsables psicosociales, coordinadoras y religiosas por parte de la Fundación. Por la pandemia, la formación fue virtual, pero luego, en 2022, nos reunimos en Medellín (Colombia), donde se hizo un encuentro formativo que culminó con la certificación como facilitadoras. Este proceso de formación presencial fue financiado por CRS contando con la participación de hermanas, colaboradoras y voluntarias de la fundación, en la que se certificaron un total de 30 mujeres.


Producto de ello, iniciamos un ejercicio de irradiación de lo aprendido en nuestras seccionales, desde una modalidad híbrida (presencial y virtual). En Colombia, solo se había certificado, en la primera formación, una mujer como facilitadora por cada ciudad, así que lo que hicimos fue que ella, con otra compañera formada en otra ciudad, pudiera acompañar un grupo que, si bien tenía unas sesiones presenciales, tenía otras remotas, aprovechando recursos tecnológicos y metodológicos que promueven la participación, la cohesión y la escucha durante la experiencia. Después, facilitamos otros grupos en Venezuela y Colombia de forma completamente presencial.


Desde entonces, en Colombia hemos hecho réplicas en Medellín, Manizales, Palmira, Cúcuta, Cartagena, Bogotá y recientemente comenzamos también en Cali. En Venezuela, solo en Caracas, pero estamos analizando la viabilidad para comenzar en Barquisimeto, nos cuenta Laura Valeria.

La experiencia inicial de formación de facilitadoras ha dado como resultados cuantitativos, hasta el momento, el acompañamiento a 172 mujeres, quienes han vivido la propuesta metodológica en grupos conformados por 15 a 20 participantes. Gracias a ello, como nos cuenta la hermana Adriana, se ha podido complementar y vigorizar la apuesta hecha por la fundación, en coherencia con la opción apostólica de su misión de trabajar con mujeres expuestas a las violencias o que viven condiciones de exclusión, para que “puedan transformar esas creencias que las han llevado, muchas veces, a justificar esas relaciones de violencia que viven no solo en su dimensión doméstica, por violencia física y/o psicológica, sino también violencias que se gestan y manifiestan en las comunidades”, brindándoles la oportunidad “de que analicen las causas estructurales de lo que viven, y de que visualicen, construyan y pongan en práctica, de forma autónoma, pero con ayuda mutua, discursos, mecanismos y decisiones que transformen para sí mismas, y para otras mujeres, esas relaciones, ideas y costumbres dañinas”, aclara Laura Valeria.


Para la misma hermana, optar por la implementación de ¡Mujer, no estás sola!, e integrarla con otras metodologías, estrategias y programas de la FBP que se orientan a mujeres, ha sido muy valioso, en tanto ha permitido, de una forma holística, abordar asuntos complejos que son como raíces gruesas y profundas de problemáticas frecuentes en estos dos países:


Nos hemos encontrado con violencias patentes en los contextos, pero más allá de ello, con algo más preocupante, y es que, en el discurso y hablar de muchas participantes, no se reconoce que se viven [dichas violencias]. A veces no hablan de ellas. A veces, no asocian ciertas acciones, actitudes u omisiones que hacen parte de las violencias con ellas, o directamente las excluyen como manifestaciones de las violencias. Eso genera todo un ejercicio de legitimación de esas relaciones malsanas de poder en las que han crecido y que viven en desventaja.


Adicionalmente, especialmente en territorios de frontera, también nos hemos encontrado con las caras de lo que ha significado la migración insegura, pues supone el inacceso a los derechos de las mujeres, por una parte, y por otra, la vulneración y transgresión de estos en las relaciones fuertes y en los espacios en los que se ven obligadas a vivir. Por ejemplo, al tener que compartir una misma habitación, vivienda o refugio, en condiciones de hacinamiento, con varias familias o personas que, en ocasiones, ni siquiera conocían; pierden sus entornos de confianza, la libertad y la privacidad, y se exponen a muchas situaciones de agresión y maltrato.


Así mismo, especialmente en el caso de las venezolanas, hay otros asuntos muy preocupantes. Uno es la inseguridad patrimonial y económica que viven tanto quienes emigran de forma irregular, por la explotación que sufren debido a que deben conseguir recursos, como sea, no solo para ellas mismas sobrevivir, sino para sostener a sus hijos o familiares en el país que abandonaron, como, también, para las mujeres que se quedan: madres que se enfrentan a la vejez totalmente solas, desamparadas por sus hijos, hijas o familiares; abuelas que deben hacerse cargo de los hijos e hijas de quienes se marcharon del país; hermanas muy jóvenes que deben asumir el rol de madres y cuidadoras de sus hermanos o hermanas. Se crean para todas cargas muy pesadas, económicas y emocionales, estrés y, por supuesto, graves afectaciones sobre la salud.


Otro es la violencia simbólica por la estigmatización que hay alrededor de la estética de las mujeres venezolanas, pues por los imaginarios y los estereotipos creados y reforzados a lo largo de los años, a veces sufren no por falta de dinero para alimento, sino porque tienen una presión muy alta relacionada con el sentirse bonitas, con maquillarse, pintarse el cabello y asumir su cuerpo en ese entorno cultural que las obliga a ser y estar siempre hermosas. Eso no solo las lastima en el ámbito psicológico, en su autoestima, sino que refuerza violencias machistas, las induce a la prostitución o explotación sexual, o propicia la seducción a cambio de una ayuda. También produce violencia por parte de otras mujeres no migrantes de otros países, que sienten que las venezolanas migran para quitarles a sus parejas y sus oportunidades laborales, describe la hermana.


Así, lo que les ha desvelado la metodología a las participantes, en estos casos, han sido las múltiples formas de violencias que hacen parte de las vivencias constantes de cientos de mujeres, su relación sistémica, sus causas y consecuencias; a las facilitadoras, por su parte, el reconocimiento de situaciones que difícilmente se verbalizan y que caracterizan las vivencias de quienes participan en sus grupos:


El abuso es mucho más frecuente de lo que uno se imagina, porque generalmente solo se reconoce cuando hay violencia física, que es la punta del iceberg. Incluso, muchas mujeres creen que no hay violencia si no hay maltrato corporal. Pero aparte de las violencias físicas, hay otras que son las más difíciles de reconocer, como las simbólicas, las gestuales, las expresadas con el lenguaje, las que vienen de la cultura de las comunidades, o las que se regularizan en los medios de comunicación.


A veces no las nombran porque no las reconocen. Otras, porque cuando manifestaron el abuso no hubo ninguna reacción protectora de la familia (o de personas responsables de ciertos entornos, como los laborales, o de ciertos procesos, como los legales). Otras, porque en algunas comunidades los límites son muy difusos, y no comprenden que los límites sobrepasados son formas de violencia. Incluso, porque fueron condicionadas a no expresar aquello que duele, al crecer escuchando de sus propias familiares mujeres frases como “la ropa sucia se lava en casa”. O bien, por temor a ser culpadas o responsabilizadas de lo que les sucedió o lo que les sucede.


Así, callan cosas dolorosas por vergüenza, por costumbre, porque no alcanzan a identificar que no son responsables de las agresiones, porque no han recibido apoyo de sus otros familiares cuando se han atrevido a hablar, porque las respuestas institucionales ante los abusos han sido inadecuadas o inexistentes, o por temor a ser criticadas o rechazadas por sus entornos y comunidades cuando se rebelan contra el ‘deber ser’ establecido.


Por otra parte, es más frecuente narrar las propias situaciones de violencia cuando se vivieron en el pasado, pero no es fácil que salgan y se reconozcan cuando se viven aún.


Y, además, es más fácil reconocer las violencias que vienen de parte de otra u otras personas concretas, que de las comunidades e instituciones. Es el caso de las mujeres en Cartagena, pues su entorno las lleva a ser madres siendo adolescentes o muy jóvenes, por presión social y cultural; a repetir costumbres por esa influencia de la comunidad, explica la hermana.

Por eso mismo, Laura Valeria resalta que la metodología, tanto en la formación inicial como en los grupos GAM, significa poderse “leer y leer las propias realidades”, superar esa dificultad de interpretar las violencias no físicas, atreverse a decir asertivamente a otras personas lo que uno está viviendo en el momento, superar toda forma de (auto)censura, aprender qué hacer ante las violencias, desarrollar capacidades para poner límites y desvelar la afectación de las violencias estructurales e institucionales.


La metodología lleva a comprender la relación con su padre y su madre, con sus hijos, con sus parejas, con sus entornos, con ellas. Es como un mecanismo que les ayuda a ‘aflojar’ y tocar eso que les está doliendo, y crear condiciones tanto para hacerse más conscientes de lo que viven, dándole la importancia que merece, como para actuar y transformar lo que vivencian, destaca.


Por otra parte, hay otros resultados positivos de la implementación que, si bien no han comprobado con estudios rigurosos, ni se pueden generalizar, sí han observado las facilitadoras. Entre ellos, el que algunas participantes han logrado empoderarse a tal punto que han creado mecanismos grupales, con sus mismas compañeras, para lograr su inclusión económica, o para acceder a cursos técnicos, buscando tener mejores posibilidades laborales, lo cual da pistas para pensar que la metodología no solo tiene incidencia individual, sino también en lo colectivo.


Ahora bien, tanto para la hermana Adriana, como para Laura Valeria, las experiencias que han tenido con ¡Mujer, no estás sola!, han demostrado que la propuesta metodológica es bastante completa y fácilmente adaptable a diversos contextos, pues incluye temáticas que son vitales para el empoderamiento de la mujer, así como una variedad de actividades y recomendaciones muy variadas y pertinentes. Por ello, mencionan que el único cambio que han hecho, con respecto a la propuesta original, concertado con CRS, ha sido adaptar la intensidad de algunas sesiones o aumentar el número de sesiones por temáticas, de acuerdo con la disponibilidad de las mujeres participantes, en el primer caso, o para reforzar las reflexiones sobre algunos asuntos y profundizar en temáticas que requieren algunos grupos, en el segundo.


Las adaptaciones responden a las características de los grupos, pero las hacemos solo con propósitos estratégicos y de apropiación de la información.


Por ejemplo, a veces aumentamos el número de sesiones si vemos que es necesario profundizar mucho en relación con el ciclo de las violencias, en temas normativos con relación al contexto global, o en asuntos relacionados con los ejes temáticos, según demandan las mismas participantes, como cuando hablamos de los mecanismos de protección (acceso a redes, derivación de casos de acuerdo con el marco normativo, etc.), pues les inquieta mucho eso. O también lo hacemos, cuando vemos que los ejercicios les demandan más tiempo del planificado, como nos ha sucedido cuando se hace el mapeo de las organizaciones y actores territoriales que pueden brindarles protección.


De todas formas, preservamos la esencia de la propuesta, la estructura temática, y la sugerencia de cuidar que haya equilibrio entre lo teórico y los espacios de conversación que dan relevancia a las experiencias y vivencias de las participantes.

En cuanto a las perspectivas de continuar implementando la metodología en la provincia, la hermana Adriana menciona que, si bien hasta ahora se ha animado a las mujeres formadas a que se integren a la red de GAM que lidera CRS, lo que se desea es, también, fortalecer el acompañamiento y el diálogo formativo posterior desde la misma FBP, pues si bien las animan a seguir participando y a replicar la metodología, no tienen garantías de que lo hagan.


De ahí que, en coordinación interinstitucional, estén planificando el fortalecimiento de una comunidad de práctica provincial en la que tengan cabida todas las participantes de los GAM existentes en Colombia y Venezuela, así como crear mecanismos de apoyo para que las mujeres certificadas puedan llevar a cabo réplicas con nuevos grupos, pues, como afirma la hermana, han comprobado que “es más significativo el proceso para una mujer facilitadora, que para una que solo participe”.


Así mismo, están pensando complementar los esfuerzos con la puesta en práctica de otras metodologías de CRS, como Hombres nuevos, hombres libres y Un viaje hacia una masculinidad pacífica, para promover en los entornos de las mujeres formadas, la vivencia y la promoción de masculinidades pacíficas.


Por otra parte, tienen como objetivo reforzar la atención a mujeres que ejercen la prostitución con la metodología de ¡Mujer no estás sola!, precisamente por la complejidad de las vivencias y la alta vulnerabilidad a las que se ven sometidas:


En la Fundación hacemos un trabajo importante con población prostituida, y ello nos ha permitido detectar que viven múltiples formas de violencia que, en ocasiones, no asumen como tales. Por ejemplo, les es difícil dimensionar que no en pocas ocasiones viven violaciones y agresiones sexuales, pues consideran que eso es parte de su trabajo. Por eso es un colectivo que queremos fortalecer con esta metodología, pero aplicándola en las comunidades y en los contextos de donde ellas vienen o donde viven (no en las comunidades en las que ejercen), pues es en ellas donde son ‘una mujer como cualquier otra’, donde no tienen estigmas y, por tanto, donde pueden hablar con más tranquilidad. […]. Consideramos que la propuesta puede ser un gran aporte para ayudarles a reconocer esas violencias que padecen, a reconocer qué las llevó a ser inducidas y a aceptar la prostitución como medio de vida, y a reconstruir sus imaginarios y sus entornos, explica la hermana Adriana.


Y finalmente, la perspectiva es comenzar a realizar, con base en lo propuesto por CRS, una evaluación científica completa de lo hecho hasta el momento, para dimensionar más allá de los resultados parciales arrojados por cada taller, con cada grupo, los logros alcanzados y las limitaciones o falencias a superar.


Así pues, destacamos la experiencia de la Fundación el Buen Pastor, pues, con acompañamiento de CRS, ha hecho un gran esfuerzo para brindar un apoyo invaluable que conduce al empoderamiento de cientos de mujeres vulnerables en Venezuela y Colombia; un esfuerzo revelador constructor de paz.


Lo importante que es no juzgar porque cada persona tiene una historia de vida diferente; que pasamos por distintas experiencias que explican cómo actuamos o vemos las cosas. El valor de la amistad, la solidaridad, la empatía y la resiliencia, participante Centro Esperanza, Caracas (Venezuela).

​Para más información:

 

Textos: Gloria Londoño Monroy

Fotos: GSIF Al

2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 12 ago 2022
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 abr 2023

Una labor titánica y ejemplar para demostrar que ninguna persona que se identifique como

mujer está sola o merece vivir en soledad

 

Experiencias premiadas en el certamen Mujeres construyendo justicia y paz en América Latina y el Caribe - 2022, promovido por la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz

 

En la actualidad, todas las instancias de la Iglesia, en cualquier parte del mundo, están llamadas a liderar esfuerzos por construir justicia y paz mediante la dignificación de las personas vulnerables, particularmente las mujeres, pues como lamenta el Papa Francisco: “Cuánta violencia hay contra ellas. ¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios.” No obstante, cuando trabajar para que su empoderamiento, atención y bienestar se vuelva más que un compromiso católico que se da por descontado; cuando se torna en una apuesta social valiente en la que se deja la piel y la vida pese a todos los obstáculos, para promoverlas, protegerlas y ayudarlas; cuando se lideran iniciativas en territorios donde son profundas las raíces que causan constantes formas de violencia, violaciones a los derechos humanos y abusos físicos, psicológicos y espirituales aberrantes contra niñas, adolescentes, adultas y ancianas –como sucede en una cultura machista, patriarcal y misógina, acostumbrada a “eliminar o matar” a quien no piensa o no está de acuerdo con lo que uno opina y desea–, esa misión alcanza un especial reconocimiento.


Por eso mismo, Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco AC fue galardonada con el Primer lugar, como entidad destacada por su experiencia significativa en el certamen Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe 2022, organizado por nuestra Comunidad de Práctica. Y es más que justo, porque su entero compromiso con la atención y el acompañamiento a mujeres víctimas de violencias, implementando la estrategia integral ¡Mujer, no estás sola! –en coordinación con Catholic Relief Services (CRS) –, ha llevado a la entidad a crear numerosos Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM) en Acapulco y en toda la costa del Estado de Guerrero, en México, implicando y beneficiando a más de 600 mujeres que, a su vez, se convierten en apoyo para otros cientos de mujeres.


Desde 2016, con la estrategia mencionada, Cáritas Acapulco, asociación civil vinculada a la Arquidiócesis de Acapulco, ha venido implementando la metodología, creando GAM en 21 parroquias y centros escolares en las tres regiones de la arquidiócesis. Incluso, en época de confinamiento por la pandemia vivida desde 2020, apostó por emplear la comunicación mediada por tecnologías tradicionales y digitales, aun con mujeres con pocos recursos y pocas habilidades digitales, con tal de seguir acompañándolas, formándolas y respaldándolas con varios fines: despejarles y hacerles transitable ese camino de sanación que ellas mismas emprenden para su transformación; que en sus familias, comunidades y entornos cambien las ideologías, posiciones y prácticas culturales nocivas, y que disminuyan diversos hechos de violencia que restringen y vulneran sus derechos.

Así, pese a los altos índices de violencias y abusos que viven en sus propios hogares, en sus contextos de estudio o laborales, en las redes sociales, en los medios de comunicación, en ámbitos de vida cotidiana y hasta en las instancias legislativas y judiciales, como se evidencia en México y notoriamente en Acapulco –lo cual, obviamente, genera miedo y sentimientos de indefensión e impotencia–, las mujeres que participan en los GAM y en las actividades de Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco se atreven a cambiar las realidades difíciles e injustas en las que viven.


Otro aspecto por destacar es que la mayoría de esos grupos de apoyo a mujeres son acompañados por facilitadoras voluntarias. De ellas, casi 70 han sido certificadas hasta el momento para replicar la metodología ¡Mujer, no estás sola!, tras haber sido, en un primer momento, participantes en la misma estrategia. Así, estas y otras mujeres animadoras y formadoras de otras, y aquellas que viven la experiencia en los grupos de apoyo, al haber sanado e incrementado su autoestima, animan a poner límites a las violencias, toman decisiones en función de su bienestar y autonomía, mejoran sus dinámicas familiares y comunitarias, y se convierten en una fuerza imparable e impulsora del cambio social.

 

"Cuando conocí GAM, venía cargada de emociones, en su mayoría negativas (tristeza, frustración, coraje por la pérdida de mi hijo y de mi salud)… Creí que jamás podría recuperarme de esto, sin embargo, aprendí que las emociones no son malas, al contrario: cada una tiene algo que enseñarme, pero para eso debo trabajarlas. En cada sesión, el GAM me enseñaba algo diferente: a vencer los miedos, a recuperar mi espacio, a valorarme, quererme y apreciarme como mujer. Encontré cómo recuperar la esperanza de vida. Hoy puedo decir que soy una mujer nueva, vencí el cáncer gracias a Dios. En pocas palabras volví a nacer". (Carmen, participante en uno de los GAM)

 

Este premio, entonces, es más que merecido, porque también es un reconocimiento al esfuerzo por responder desde la Iglesia a importantes y apremiantes necesidades que tiene cada mujer: sanar, fortalecerse, hacerse responsable de sí misma y tomar sus decisiones. Reconocer y atender esas necesidades es ayudar a las mujeres para que sean capaces de prevenir nuevas violencias, porque se hacen y sienten capaces de afrontar, no quedándose pasivas e indiferentes, las múltiples agresiones que viven.


El enfoque fundamental de centrarse en el ser de cada mujer, de manera que cuente con las herramientas para emprender el camino de su transformación y convertirse en protagonista de su propia vida, garantiza un proceso de sanación y de fortalecimiento personal que, a su vez, quiere ser transmitido a otras mujeres. Esto lo hacen las facilitadoras que se convierten en terapeutas comunitarias y dan seguimiento a los grupos de apoyo, quienes también son ganadoras del reconocimiento dado por nuestra Comunidad de Práctica.

 

“La contribución de esta metodología y de Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco a la construcción de la paz con y desde las mujeres, imprimiendo el sello femenino a la transformación social, es decisiva. La mujer ha adquirido la fortaleza para alejarse de la espiral de violencias y dar respuestas pacíficas, a la vez que ya no permite más violencias contra ella misma. No podremos tener paz sin las mujeres o contra las mujeres”. (Representante de Cáritas Acapulco).

 

Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco es una asociación civil cuya misión es contribuir a la dignificación de la persona humana, mediante programas de asistencia, desarrollo y transformación social, sostenidos por las comunidades locales, para construir condiciones de justicia, paz y reconciliación en la región costera de Guerrero. Y su compromiso es tal, que en 2018 fue también ganadora del Premio a la Institución de Fomento al Voluntariado, en la XXX Edición de los Premios Compartir, de la Fundación Social IAP.


Este nuevo reconocimiento ayudará a fortalecer competencias y habilidades de las facilitadoras para acompañar grupos, mediante talleres y encuentros de formación; así mismo, permitirá proveer materiales a los GAM, que fungirán como espacios seguros en los que las mujeres puedan vincularse y tender puentes para ser protagonistas del cambio que desean para sí mismas, para sus familiares, amigas, compañeras, vecinas y quienes las rodean.

 

Para más información sobre la institución ganadora, se recomienda consultar:

 

Agosto de 2022

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