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  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 ago 2024
  • 9 Min. de lectura

Propuesta ganadora en Juntos Construimos Paz, Feria y Concurso de Proyectos de los participantes del Diplomado en Construcción de Paz y Transformación Social de Conflictos



En San Pedro Sula, ciudad al norte de Honduras –capital del departamento de Cortés que desde hace décadas se ha visto fuertemente afectada por las pandillas, el narcotráfico y la inseguridad–, la Arquidiócesis ha jugado un rol esencial en la promoción del Reino de Dios desde y con las bases eclesiales. En 2022, a esta Arquidiócesis llegó una invitación para participar en el Diplomado en Construcción de Paz y Transformación Social de Conflictos (ofrecido por el CEBITEPAL y varias de las organizaciones que conformamos la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz).


Fue así como un poco más de 30 personas –no solo de San Pedro Sula, sino también de otros municipios cercanos– participaron en la versión del diplomado orientada a países centroamericanos, y fue tal la importancia que el proceso tuvo en las personas participantes que, al terminar la formación, habían surgido varias iniciativas para pasar a la acción: entre ellas, la de conformar el Comité Integral Constructor de Paz, Justicia y Reconciliación, con el lema “Servidores transformados y felices”.


Y es que para construir paz desde el enfoque eclesial que orienta a la Iglesia, primero se necesita aprender a organizarse y a trabajar en equipo; a reconocer las propias falencias y potencialidades y, sobre todo, a actuar de forma colaborativa, constante y pertinente. Por eso se propuso el comité, como lo recuerda Manfredo Edgardo Fajardo, coordinador arquidiocesano de las comunidades eclesiales de base (CEB):


Quienes participamos en el diplomado llevábamos varios años sirviendo y apoyando a las Cáritas parroquiales, pero fue una alegría esperanzadora el habernos encontrado con él, porque vimos, por las experiencias que nos compartieron, que necesitábamos fortalecernos e, incluso, superar la “competencia pastoral” que nos afecta a veces al interior de la Iglesia. 


Nosotros, como base, conocemos la realidad allí en la calle, en la cuadra, en el caserío, en la aldea; sabemos lo que sufrimos, y vamos muy bien con lo que hacemos en pastoral (en eso estamos muy organizados), pero empezamos a preguntarnos ¿y qué estamos haciendo con respecto a los conflictos y por la reconciliación?, ¿y qué pasaría si, además de lo que hacemos, aplicamos esas metodologías, esas dinámicas o esas herramientas que nos mostraron, para contribuir a superar los conflictos? Eso nos fue dando luces que nos indicaban que teníamos que hacer algo más, que no nos podíamos conformar con haber recibido esa formación. 


Teníamos documentación e información, como queda en otros talleres o diplomados que se reciben, muy bonitos, pero en este vimos que si no llevábamos eso a la práctica, se quedaba en el vacío. Así que se despertó en nosotros el deseo de conformar el comité y de pasar a la acción.

Lo primero, entonces, fue formular la iniciativa del comité, determinando que buscaría, sobre todo, capacitar y brindar acompañamiento (psicológico, legal y/o espiritual) a las personas miembro de las CEB de la Arquidiócesis, para que pudieran llegar a ser “constructoras de paz que aporten, desde su accionar, al afrontamiento de los conflictos familiares, sociales e, incluso, eclesiales, que se detectan y analizan en los territorios, tales como la ruptura de relaciones entre miembros de las pastorales, o los que se evidencian al interior de las propias familias, además de los persistentes en las comunidades”, como se lee en el proyecto. 


Lo anterior, mediante un plan de formación y de acompañamiento sustentado en la siguiente teoría de cambio: Si proporcionamos a nuestras comunidades las herramientas y el acompañamiento necesario para evitar y resolver los conflictos, entonces podrán establecer relaciones fraternas y en comunión, porque la implementación de estas herramientas les brindará un panorama preventivo y generador de espacios de encuentro fraterno. 


Tras ello, se puso en marcha la convocatoria, con una muy buena acogida. Mayra Cabrera Andino, coordinadora de la Comisión de la Parroquia de Lourdes, del municipio de Choloma, y en la actualidad coordinadora del comité, así lo recuerda:


El hermano Manfredo nos hizo, a quienes participamos en el diplomado, la invitación a pertenecer al comité. La respuesta positiva fue inmediata por parte de casi todos, pero algunos no pudieron continuar, no porque no quisieran, sino por compromisos laborales.


Quedamos casi 15 personas que hemos sido constantes. Tenemos un grupo muy motivado, y todo lo que hacemos lo presentamos en las parroquias de la Arquidiócesis. Muy pronto, tras una formación que vamos a tener con CRS (Catholic Relief Services), sobre la metodología Familias Dignas, vamos a ser casi 50 personas, y eso nos permitirá tener mayor incidencia. 


Sin embargo, para Mayra lo más significativo del diplomado y del ejercicio de formar parte del comité, como ella misma lo ha vivenciado en su entorno, es que ha permitido entender que los conflictos son también los que se presentan entre pocas personas, en la vida cotidiana, y que es necesario emprender transformaciones en los ámbitos personales y familiares, algo que considera que a veces se descuida y que debe anteceder a la construcción de la paz con las comunidades.


Llegamos con una gran inquietud en nuestro corazón, por todo lo que nos cuestionó el diplomado y por lo que seguimos cuestionándonos… Eso ha hecho que nos miremos a nosotros mismos; en mi caso, como mujer, como servidora de la Iglesia y como esposa y madre de un adolescente con quien a veces entraba en choques. Es que para construir paz es importante aprender, primero, a hacer y mantener esa paz en nuestras familias, porque en la Iglesia hay bastantes servidores y servidoras, pero no todos o todas son felices y no son conscientes de que a ellos y a ellas también los afectan algunos conflictos que tal vez han normalizado. Eso me pasaba a mí también. Así que esto nos ha permitido empezar por nosotros mismos. 

Para ella y para Manfredo, entonces, el educar y el educarse para la paz es fundamental,  para transferir posteriormente lo aprendido a otros contextos sociales y personales. En el marco de su labor como comité, han priorizado, para los primeros años, las siguientes acciones:

  • Aprender y poner en práctica tres metodologías basadas en evidencia: Familias Dignas, Jóvenes Artesanos de Paz y Perdón Radical y Reconciliación. 

  • Crear redes que permitan acompañar los procesos y recibir asesoramiento por parte de instituciones con experiencias significativas.

  • Difundir información necesaria y de fácil aplicación para que más personas se cualifiquen como agentes constructores de paz. 


También, y de forma paralela, buscan fortalecer el acompañamiento, pues consideran que es primordial para que quienes reciban formación la puedan replicar o poner en práctica, dado que hay factores de riesgo, identificados por el mismo comité, que pueden poner barreras a la construcción de paz en la Arquidiócesis, entre ellas, la dificultad del tiempo por compromisos laborales de los voluntarios, la disponibilidad de limitados y escasos recursos económicos (para el transporte o la organización de actividades, por ejemplo), o la afectación anímica por los conflictos que vivencian, como expresa Manfredo:


Estamos en una región donde la gente migra bastante y donde hay muchas carencias económicas. Algunos se van para sus pueblos los fines de semana. Algunas vienen en busca de trabajo; unas encuentran y otras no. Quienes consiguen trabajo, pues lo cuidan.  Por eso, consideramos importante formar, pero también acompañar, para buscar alternativas para solucionar los obstáculos que pueden presentarse.


Formar y acompañar son, entonces, los dos ejes misionales de este comité que en poco tiempo ya ha alcanzado logros que ni sus mismos promotores pueden creer, y que resaltan con dicha: en primer lugar, haber conseguido que cinco de sus miembros se certificaran como formadores de la metodología Familias Dignas; segundo, que en marzo de 2024, 25 líderes y lideresas comunitarios recibieran una formación presencial para certificarse en la misma metodología; tercero, que las personas manifestaran gran interés en formarse en temas de construcción de paz, lo cual se patentizó en el hecho de que 50 personas estuvieran interesadas en formarse en la metodología; y cuarto, haber sido reconocidos en la Feria-Concurso Juntos Construimos Paz, “porque lo único que pretendíamos cuando nos presentamos era que nos revisaran el proyecto, pero fue una sorpresa haber recibido el premio, que nos permitirá conseguir algunos recursos técnicos que necesitamos para realizar las formaciones… ¡Ya tenemos para comprar un proyector y otras cosas para los talleres!… ¡Bárbaro!”, exclama Manfredo, y agrega:


Hemos tratado de aprender a aplicar lo que es el sínodo, haciendo énfasis en desarrollar la capacidad de participación, escucha, comunión y misión. También, que todo lo que hagamos se dialogue y decida en asamblea, para que las y los representantes de las 36 parroquias que tenemos aprueben las decisiones y se comprometan con ellas. Además, que hagamos, aparte de las formaciones, un efectivo acompañamiento para que esas personas que se forman en alguna metodología sí tengan los medios y las condiciones para formar red y llevar esa formación a nuevas personas.

De todas formas, como explica Mayra, los sueños y las pretensiones son mucho más amplias y, por esa razón, adelantan gestiones para establecer enlaces con Cáritas El Salvador para comenzar cuanto antes una formación en la metodología de Perdón Radical y Reconciliación, y con Cáritas Honduras, para llevar hasta a todo el departamento la implementación de la metodología Jóvenes Artesanos de la Paz. También, para conseguir consolidar su propia organización de tal forma que por lo menos dos personas de cada parroquia de la Arquidiócesis representen a sus comunidades de base en el comité y aporten en los equipos de trabajo hasta ahora implementados: el de formación, acompañamiento y desarrollo de proyectos; el técnico asesor; el de logística y el de administración y presupuestos.


Queremos que todas las comunidades se involucren, que haya participación, que comprendamos que estamos tratando como humanos con otros humanos; que no solo aportemos a la resolución de conflictos con las comunidades, sino, incluso, en la prevención de esos conflictos y de aquellos que se pueden presentar entre nosotros.  Que contemos, como parte que somos de la Iglesia, con herramientas y técnicas que nos ayuden a que esa condición humana nuestra no nos haga propensos a caer en las tentaciones de estar o entrar en conflicto, de entrar en peleas absurdas.


De igual modo, aún enfrentan retos significativos. Por ello, hacen un llamado para recibir apoyo interinstitucional con el objetivo de superarlos y lograr que su trabajo sea sostenible. Y es que, aunque tienen toda la voluntad, necesitan aún más recursos técnicos, financieros y de formación, pues por las limitaciones que tienen las CEB de San Pedro Sula y del departamento de Cortés no siempre es fácil cualificarse, planificar y desarrollar las actividades, como lo señala Manfredo: 


Por ejemplo, hay compañeros que deben hacer desplazamientos de varias horas para poder asistir a las reuniones o capacitaciones, y por eso no siempre pueden participar, al no tener siempre recursos para hacerlo. Necesitamos, entonces, apoyo de empresas y organizaciones para que las personas de las comunidades puedan participar en las actividades (para darles transporte o la alimentación). 


Lo necesitamos porque venimos de una violencia profunda que nos ha afectado mucho, por fenómenos como los enfrentamientos entre la Mara Salvatrucha y la Mara 18 que ocasionaron que, en los años 2000, especialmente, mucha gente tuviera que abandonar su casa, fueran desplazados violentamente, o fueran víctimas de extorsión. Aún persisten muchas consecuencias, como la inseguridad y las dificultades económicas. También porque tenemos poca infraestructura y, sobre todo, porque requerimos fortalecer nuestras capacidades para ceder y para construir paz, para reconciliarnos y cambiar las realidades que nos afectan.   


Por eso mismo, él y las personas que conforman el comité están felices y agradecidas con el premio y el reconocimiento recibido, porque consideran que esto les anima a seguir adelante, a seguir aprendiendo a “actuar” para dar valor al “ver” y al “juzgar”. Y por qué no, porque esperan que el comité, algún día, llegue a ser ejemplo para otras comunidades eclesiales de base, por el camino recorrido en la construcción de paz.   

La triada Ver-Juzgar-Actuar ha sido, desde los inicios de los años 60 pasados, la base del método que orienta el Magisterio Eclesiástico, y que hoy, más que nunca, sigue teniendo enorme relevancia para orientar la construcción de paz.


En 1961, el Papa Juan XXIII, en Mater et Magistra, impulsó esa propuesta metodológica que surgió del Movimiento Juventud Obrera Cristiana (JOC) en Bélgica, con el propósito de orientar la planificación y gestión pastoral. Más adelante, en 1965, en la Gaudium et Spes, encíclica promulgada por Pablo VI, se asumió también como método teológico.

  • Ver: Para identificar hechos, realidades, actitudes, hábitos, modos de pensar, valores y comportamientos y, sobre todo, para comprender sus causas y posibles consecuencias  en cada persona y en las comunidades.

  • Juzgar: Etapa de discernimiento para revisar, analizar, comprender, explicar y tomar una posición frente a lo visto.

  • Actuar: Para que mediante esfuerzos y acciones concretas se contribuya a transformar aquello visto y juzgado, de tal forma que el reino de Dios, de justicia, equidad y bienestar se exprese, evidencie y haga vida para todas las personas y comunidades.

Conozca más de esta propuesta y de las Comunidades Eclesiales de Base de San Pedro Sula, Honduras


Todas las personas e instituciones que deseen vincularse y apoyar esta experiencia,

pueden comunicarse con:

Manfredo Edgardo Fajardo Rápalo, Responsable Arquidiocesano

Comité Integral Constructor de Paz, Justicia y Reconciliación de San Pedro Sula

Por: Gloria M. Londoño Monroy, FICONPAZ

2024

Aprendiendo de su experiencia para construir condiciones de equidad de género

Un viaje hacia una masculinidad pacífica es una metodología promovida por Catholic Relief Services (CRS), orientada a hombres jóvenes y adultos, que busca el cambio de comportamiento individual, la construcción de habilidades socioemocionales y la modificación de normas sociales e ideas internalizadas de lo que significa ser un hombre, como explican en su manual orientador.


En 2021, Cáritas de Honduras, desde su Unidad de Cultura de Paz y Reconciliación, adhirió la metodología a las que ya empleaba (entre ellas, ¡Mujer, no estás sola!, Jóvenes Artesanos de la Paz y Sembradores de Paz), buscando aportar a la construcción de una sociedad con justicia, fraternidad y solidaridad, donde se vivencie el Reino de Dios.


Los testimonios de Aníbal Martínez y Mario Cerrato, responsables de la implementación metodológica en dicha Unidad, y Edwin Martínez, practicante de Trabajo Social en esa dependencia (igualmente participante en los talleres de formación de formadores), son valiosos para aprender de la puesta en práctica de esta estrategia formativa en países con culturas machistas predominantes, como Honduras, el cual es de los de América Latina y el Caribe, el que tiene mayores tasas de feminicidio (4,6 casos por cada 100.000 mujeres), según datos de 2021 de la Cepal, y que de acuerdo con el informe de 2022 del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), tiene enormes retos con respecto a la defensa y vivencia de los derechos de las mujeres, pues representan el 52% de los habitantes, pero “tienen poca participación política, no se les escucha, no se les toma en cuenta y son víctimas frecuentes de maltrato […] ¡sin estar en guerra, (esto) nos pone en el mundo como una nación de barbarie", como asegura la entidad.


Cuenta Aníbal que el primer paso fue formar miembros del equipo de Cáritas como formadores, bajo la orientación de CRS, para aprender el proceso vivenciándolo; en aquel momento, de forma virtual, dada la situación de pandemia.


El segundo fue empezar a planificar y gestionar, con el acompañamiento del mismo CRS, una réplica piloto en 2022, en una parroquia de Tegucigalpa, con un grupo mixto de hombres (jóvenes y adultos) que hacían parte de movimientos juveniles y de Iglesia, lo que les permitió a los miembros de Cáritas comprender mejor la propuesta cuando se aplica no en ámbitos virtuales, sino en la presencialidad.


Un tercer paso fue pensar cómo expandir lo aprendido hasta entonces, y llevar la formación a otros escenarios. Fue cuando se presentó la oportunidad de incluir la metodología en un proyecto interinstitucional que realizan con Visión Mundial Honduras (World Vision o WV) desde 2022, lo cual ha dado como resultado, hasta el momento, la formación de 120 formadores más (aprox.); 40 del equipo técnico de WV y, el resto, líderes comunitarios de diversas regiones del país, con lo que espera lograrse un efecto multiplicador en la cualificación de facilitadores.


De forma paralela, desde 2022 han realizado procesos de acercamiento y sensibilización con diversos actores en varios territorios del país, con el objetivo de disponer y ofrecer procesos formativos con miembros de las comunidades, que prevén comenzarán en el segundo semestre del año. Así mismo, adelantan el diseño de una investigación bajo criterios científicos propios de las ciencias sociales para rastrear la situación de las masculinidades en el contexto hondureño.


Para Mario, si bien Cáritas de Honduras no era ajena a la formación para promover la igualdad de género, esta experiencia de formación “con hombres y desde los mismos hombres ha sido muy significativa”, en tanto les ha ayudado a complementar los esfuerzos que hacían de formación, atención y acompañamiento, para dar un abordaje integral y estructural a las problemáticas de violencias, maltrato, menosprecio, subvaloración y falta de justicia que viven las mujeres hondureñas y personas de otros géneros.


A su vez, Aníbal valora que, por los resultados de los talleres, es posible afirmar que los principios, temáticas y las actividades hacen que “los formadores no seamos los que ‘depositamos’ el saber en los hombres”, sino que todos los participantes “dialoguen, convivan, reflexionen y creen juntos”, favoreciendo el recapacitar y el construir nuevas actitudes y habilidades frente al ser hombre:


“Hemos conseguido, según testimonios de los mismos participantes, conformar, mediante distintos ejercicios en parejas o grupales, espacios seguros que generan confianza, donde los hombres pueden compartir sus sentimientos sin vergüenza, sus aprendizajes, sus rutinas y preocupaciones cotidianas de vida. Incluso, hay momentos en los que los formadores nos apartamos, para que ellos se confronten y lideren la conversación”, explica, lo que en su opinión hace que ellos asuman el liderazgo de la reflexión y se autorreconozcan en momentos de compañerismo e intimidad.


Para él, en gran parte ese logro se debe a la metodología activa, vivencial, participativa, al igual que la promoción de la reflexión desde la espiritualidad: “Los componentes de espiritualidad han sido muy enriquecedores. Por ejemplo, iniciamos las jornadas con un momento que no se centra ni en lo católico, ni en los evangélicos, sino en el encuentro interior y desde la fe con ese Dios particular, que es todopoderoso y que está para todos”, añade Aníbal.


En el caso hondureño, las réplicas de formación de facilitadores (donde han participado personas de diferentes credos, campesinos, maestros, agentes y líderes sociales, entre otros) se han caracterizado porque se han dado en procesos intensivos, estilo retiro, donde durante cuatro días los participantes conviven todo el tiempo consigo mismos y con los demás, en un mismo lugar, apartados de sus afanes diarios, lo cual se ha observado que es muy conveniente, pues da pie a profundizar la vivencia, como opina Mario.


Otra contribución ha sido la creación (aún incipiente, pero con enorme potencialidad) de una comunidad de hombres que viven y ejemplifican la masculinidad pacífica, para brindar acompañamiento desde el equipo de formación y facilitar el aprendizaje continuo entre pares. Para eso, han creado grupos de WhatsApp donde los participantes, con palabras, audios o videos, comparten acciones de cambio y de promoción de la equidad de género, simples pero demostrativas, que realizan en sus hogares o entornos, para que otros compañeros desaprendan y reaprendan de su ejemplo. Del mismo modo, este recurso les ha potenciado el brindar retroalimentación, animarse y continuar la reflexión sobre su nueva forma de concebir y vivir esa nueva masculinidad.


Además, en la experiencia hondureña ha sido fundamental el realizar las líneas de base iniciales, empleando diversas estrategias de investigación, y aplicar otras en la fase de evaluación de cada taller (encuestas, entrevistas, entre otras), lo cual ha aportado valiosos datos para verificar si realmente el proceso ha logrado los resultados esperados en términos de cambios internos, individuales y perdurables, relacionados con los conocimientos, actitudes, prácticas, ideas, percepciones y estilos de vida. Por otra parte, esto ha conducido a realizar mejoras continuas para los nuevos talleres, al identificar temáticas que requieren más profundización para cualificar la formación, el acompañamiento y el seguimiento.


Ahora bien, los desafíos han sido enormes. Por ejemplo, el “conquistar y convencer” a los participantes que han llegado a los talleres de formación de facilitadores, no por iniciativa personal, sino respondiendo a un mandato jerárquico laboral-institucional, y que de alguna manera no están habituados a ser ellos ‘los formados’; el que los participantes se abran y permitan aceptar y expresar su fragilidad como seres humanos; o el simple hecho de hablar sobre género, lo cual crea resistencia entre algunas personas, incluso al interior de la Iglesia o entre miembros de comunidades de fe, por la cultura, por las creencias, porque se asume sólo desde aspectos de sexualidad o de matrimonio igualitario, o porque a veces se piensa con fanatismo que el hombre es y debe ser la cabeza única y exclusiva del hogar, bajo la cual debe estar su mujer, como aluden Aníbal, Mario y Edwin.


Pese a ello, los resultados han sido muy satisfactorios, pues en Cáritas Honduras han visto cómo los hombres involucrados, sin importar su condición social, o si viven en zonas urbanas o rurales, han empezado a comprometerse realmente con vivir su masculinidad con condiciones de equidad de género, confrontándose de forma constante y consciente para enfrentarse a aquellas ideas y pensamientos malsanos que han normalizado, pero que son fruto de sociedades centradas en la supremacía masculina, donde se minusvalora a las personas de diversos géneros, especialmente a las mujeres.

Edwin comenta que ha sido muy fructífero el proceso para él mismo, y que le ve muchas potencialidades para transformar la cultura desde un enfoque de derechos:


Nosotros (los agentes o trabajadores sociales) nos enfocamos mucho en “hacer” capacitaciones, en ofrecerlas, pero la verdad es que yo mismo nunca había participado en una enfocada solamente a hombres, donde abordáramos temas de masculinidad. No se ha tratado solo de aprender a ser facilitador de la metodología, sino que los consejos que me han dado y las reflexiones que se han producido con los compañeros me han hecho aprender para mi propia vida.


Y es que el compromiso y el impacto es doble para quienes participan en la metodología: transformarse a sí mismos y contribuir a mejorar sus escenarios de vida (asuman o no el rol de facilitadores de procesos con otros hombres, al hacer algunas réplicas), pues supone vivir y ayudar a otras personas a construir relaciones sanas con todas las mujeres de su alrededor: con sus madres o hermanas, con sus familiares mujeres, con las compañeras de trabajo, con la cónyuge o pareja, con las amigas, o bien, con personas de otros géneros, en condiciones de equidad, tolerancia y respeto por la dignidad de cada ser. Además, favorecer la renovación de costumbres y tradiciones heredadas, transmitidas incluso por mujeres de generación en generación, que producen profundos daños, no solo a ellas, sino, conjuntamente, a los mismos hombres, pues como explica Mario, ellos son otras víctimas del machismo como forma de violencia, sin darse cuenta:


El machismo afecta no solo a las mujeres, también a los hombres, pues crecemos muchas veces sin poder expresarnos, sin poder manifestar nuestros sentimientos o nuestra vulnerabilidad. Porque hay muchas cosas que, por la familia o la sociedad, desde ese mal conservadurismo, nos hemos resguardado, exigido o debemos aparentar… que somos machos, que no tenemos derecho al duelo, que no podemos llorar, que no está bien hacer tareas importantes para la supervivencia como cocinar, que somos fuertes, que nos gusta el deporte, por ejemplo… Eso que llevamos en nuestra ‘caja de hombre’, nos afecta en muchos aspectos, como lo es, por ejemplo, en nuestra la salud mental.


Su testimonio es ratificado por otros participantes como Jonathan Méndez, líder comunitario, pues para él esa caja resulta ser, muchas veces, una limitante de vida que no contribuye al bienestar, ni siquiera de ellos mismos: “La caja de hombre en la que tenemos esos estereotipos bien marcados de lo que debe ser un hombre verdadero, simple y sencillamente, es una apariencia que está afectando a nuestra salud, nuestra vida personal y, sobre todo, a nuestra familia”, comenta, invitando a alivianarla y sanearla, por el bien propio y el de los y las demás.


Por su parte, Emerson Ulloa, otro participante en los talleres sobre masculinidades positivas, también considera que su propia vivencia le ha demostrado que la metodología permite empezar a hacer que la vida sea más armónica, sanadora y en paz, incluso a quienes llegan a los talleres afirmando que no son machistas:


Pensaba que al llegar a mi casa y al poder ayudarle a mi esposa con lavar los trastes, con cuidar a los niños o con reparar algunas cosas en la casa, estaba contribuyendo con el trabajo de ella. Pero en el taller yo he aprendido que realmente esas son mis responsabilidades como parte de ese hogar; que esas tareas realmente deben ser compartidas para tener una sana convivencia.


No es fácil crear espacios más tranquilos para vivir en esta sociedad de Honduras, que es muy machista, que por muchos años ha estado dominada por el patriarcado. Sin embargo, hago un fuerte llamado a todos los hombres, para que podamos generar hogares más seguros e igualitarios donde reine la tranquilidad.


Una tranquilidad que solo es posible con condiciones de equidad de género necesarias en todos los países del mundo, pues pese a que esta es contemplada como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por los estad os miembros de la ONU, las metas están lejos de lograrse, como lo demuestra un reciente informe de la misma entidad, que da cuenta de que en lugar de avanzar se está retrocediendo en metas de no violencia contra las mujeres, por lo que hace un llamado urgente para transformar duras realidades como éstas: “Cada año, 245 millones de mujeres de más de 15 años son víctimas de violencia física; una mujer de cada cinco se casa antes de los 18 años; las mujeres realizan 2,8 horas más de tareas domésticas que los hombres y solo representan el 26,7 % de los parlamentarios […]. Para 2030, 342 millones de mujeres (el 8 % de las mujeres del mundo) vivirá en extrema pobreza […]. El mundo le está fallando a las niñas y las mujeres”, según el informe El progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de género 2023, de ONU Mujeres.


Por eso mismo, es importante distinguir experiencias como ésta, de Cáritas Honduras, en un país de contrastes donde por primera vez tienen una presidenta responsable del gobierno nacional, pero en el que, al mismo tiempo, es común escuchar de voces diferentes sectores, políticos, medios de comunicación, analistas políticos e incluso ONG, que “ella no manda”, que “el que manda es el marido” o “claro, lo hizo mal porque es mujer.”


Un país donde se vive esta experiencia trascendental y bienvenida de cimentación de unas masculinidades equitativas y pacíficas, mediante la adopción crítica y pertinente de esta metodología, pues contribuye a cambiar condiciones evidentes o latentes que impiden hacer efectivos los derechos humanos para todos y, de manera contundente, para todas.

Textos: Gloria Londoño Monroy

Fotografías: Cáritas Honduras

2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 may 2023
  • 5 Min. de lectura

Iglesia Evangélica Menonita Hondureña - En el municipio de La Ceiba, su Proyecto Paz y Justicia construye bienestar y esperanza para cientos de niñas y mujeres.

Experiencias premiadas en el certamen Mujeres construyendo justicia y paz en América Latina y el Caribe - 2022, promovido por la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz.


Por más de 30 años, las personas en condiciones de vulnerabilidad por diversas causas que residen en La Ceiba, cabecera del departamento de Atlántida y quinta ciudad más poblada de Honduras, han encontrado en la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña una mano amiga que sin juzgar, con decisión, organización y persistencia, trabaja por promover la justicia y la armonía individual y comunitaria bajo la inspiración del Shalom, concepto eclesial de bienestar integral que considera que las acciones concretas orientadas al respeto de los derechos humanos culminan siempre en condiciones que promueven la paz.


Hace más de doce años esta iglesia empezó a ejecutar en el municipio y en otros del departamento, ubicado en la llanura costera del Caribe, su Proyecto Paz y Justicia, orientado a prevenir y atender diversas formas de violencias ligadas a conflictos comunitarios, acompañar de forma integral a personas infectadas y afectadas por VIH/sida, y rehabilitar personas privadas de la libertad. Y hace algo más de cinco años puso su foco con especial esmero en una grave situación de la región: el embarazo infantil y la vulneración de los derechos de la niñez, “realidad que ha llevado al país a ser tristemente reconocido como el segundo de Latinoamérica con mayor índice de embarazos en niñas, lo cual, de forma evidente e inevitable, afecta el desarrollo psicosocial y económico de ellas, sus hijos o hijas y sus familias; impacta negativamente en sus oportunidades para lograr mejores condiciones de vida, y perpetúa los ambientes que propician la pobreza, la violencia doméstica y la vulneración de los derechos humanos en general”, de acuerdo con los responsables del proyecto.


Ese componente de Paz y Justicia, que es apoyado por la Comisión de Acción Social Menonita, busca bienestar para todas las niñas, adolescentes y mujeres adultas del municipio, mediante el favorecimiento de ambientes pacíficos y justos caracterizados por la prevención y la respuesta decidida ante abusos, prácticas culturales y creencias nocivas que se sufren desde temprana edad, entre ellas, las de tipo sexual y las que llevan a los embarazos forzados. De ahí que las estrategias definidas en el proyecto se orienten, con cooperación interinstitucional e internacional, a la educación, el cuidado y la protección de víctimas reales y potenciales, por una parte; por la otra, a la incidencia en las decisiones del gobierno local para la promoción de los derechos humanos con énfasis en los de la niñez; la promoción y la veeduría para el cumplimiento de políticas públicas y gubernamentales; la coordinación con los operadores de justicia (policía, fiscalía y juzgados) para hacer más eficientes los servicios que estos brindan a las niñas y mujeres en correspondencia con las leyes del país; la sensibilización sobre la temática de violencia doméstica y la de género en sus diferentes manifestaciones; la educación y conformación de grupos de apoyo a lideresas comunitarias para el acompañamiento y la denuncia de casos de violencia contra las mujeres y las niñas; la atención legal, psicológica y el seguimiento en procesos de formación para el emprendimiento económico de las mujeres sobrevivientes del municipio, y para evitar o disminuir la dependencia económica de las mujeres hacia sus agresores.


Por eso mismo, por sus esfuerzos y frutos, el Proyecto Paz y Justicia de la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña recibió mención honorífica en el pasado certamen Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe de 2022, organizado por nuestra comunidad de práctica.



Con esta mención deseamos reconocer, valorar, apoyar y visibilizar lo alcanzado hasta el momento con ese proyecto que cuenta ya entre sus logros más destacados el haber conseguido, en 2021, en coordinación con el Sistema de Garantías de Derechos de la Niñez, la aprobación de una Política Municipal para la Prevención del Embarazo en Niñas, así como la de una ordenanza municipal denominada “Libres de Acoso”, para sancionar y erradicar el acoso sexual callejero, práctica que, aunque popular, representa una violación al derecho a una vida libre de violencia, de acuerdo con la Convención para la Eliminación de toda Forma de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), vigente desde 1981 para todos los Estados miembros de la ONU.


Además, se resalta el implementar en los centros penitenciarios su programa Alternativas a la Violencia (PAV), dirigido a personas privadas de libertad, entre ellas mujeres, con el cual canalizan la atención médica y psicológica, y se incentivan relaciones interpersonales y recreativas para contribuir a la colaboración, el buen trato y la justicia social, en coordinación con el Mecanismo Nacional de Prevención CONAPREV. Y cómo no, el ser ejemplo para otros lugares e instituciones, al coordinar acciones con la academia y con el Comisionado Universitario para los Derechos Humanos, de tal forma que las estrategias y el modelo de intervención y mediación social que utiliza se replique en otros municipios del país.

​“Estos logros se construyen con el apoyo de la Red Contra la Violencia hacia las Mujeres y las Niñas (RCVM) de La Ceiba, espacio integrado por organizaciones e instituciones lideradas en alto porcentaje por mujeres sensibilizadas, educadas y experimentadas en la temática, que ofrecen servicios de atención a sobrevivientes de la violencia por razones de género. Así mismo, los proyectos de incidencia han sido liderados por grupos de niñas del municipio, con el respaldo económico del programa y organización internacional Levantemos (en inglés, Rise Up), y con el acompañamiento técnico y la ejecución de la organización eclesial del Proyecto Paz y Justicia. El trabajo se realiza desde la experiencia de trabajo en pro de los derechos de las niñas y las mujeres y con la participación en un 90 % de ellas, incluyendo pertenecientes a las etnias del municipio como las afrodescendientes y las misquitas en un porcentaje menor”, menciona una de las licenciadas que es parte del proyecto.

También destaca que, en alianza con otras organizaciones del municipio que integran la RCVMN, se haya creado en La Ceiba, la Oficina Municipal de la Mujer (OMM), así como la apertura de la Casa Refugio Ixchel para mujeres sobrevivientes de violencia doméstica. También, que se haya consolidado una Escuela Municipal de Género, cuyos contenidos son planificados y orientados por dichas entidades, y que se haya logrado la apertura y el funcionamiento de la Fiscalía de la Mujer y la de un juzgado exclusivo para casos de violencia doméstica, todos resultados positivos para la respuesta en justicia, atención y protección.

Además, “hemos luchado porque en la región se mejore la investigación en los casos de muertes violentas de mujeres y femicidios, pues este es un factor debilitado que se evidencia en la poca judicialización de los casos y en el alcance de altos índices de impunidad en el país y en la región; acá, por ejemplo, andan alrededor el 94%”, explican.

Fotografía: Facebook Proyecto Paz y Justicia

Y es que la Iglesia Evangélica Menonita Hondureña, por medio de su iniciativa, forma parte de las organizaciones de sociedad civil que están avaladas para validar los casos de femicidios en la región, acción que realizan por petición y en coordinación con el Instituto Universitario en Democracia Paz y Seguridad (IUDPAS) de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), organismo que a su vez facilita al Proyecto de Justicia y Paz y los procesos de tecnificación en la materia para la debida y experta clasificación de los casos.


Así, la mención al Proyecto Paz y Justicia por parte de nuestra comunidad de práctica Caminando hacia la Paz es una forma de ayudar a destacar la inestimable labor realizada por nuestros hermanos en la fe, de tal forma que puedan continuar, como nos menciona su representante, “modelando comportamientos dignos de imitar por la sociedad, para que afectemos positivamente la sociedad hondureña en que nos toca vivir”, pues como decía Mahatma Gandhi, “no hay camino hacia la paz, sino que la paz es el camino.”

Mayo 2023

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