Propuesta ganadora en Juntos Construimos Paz, Feria y Concurso de Proyectos de los participantes del Diplomado en Construcción de Paz y Transformación Social de Conflictos
En San Pedro Sula, ciudad al norte de Honduras –capital del departamento de Cortés que desde hace décadas se ha visto fuertemente afectada por las pandillas, el narcotráfico y la inseguridad–, la Arquidiócesis ha jugado un rol esencial en la promoción del Reino de Dios desde y con las bases eclesiales. En 2022, a esta Arquidiócesis llegó una invitación para participar en el Diplomado en Construcción de Paz y Transformación Social de Conflictos (ofrecido por el CEBITEPAL y varias de las organizaciones que conformamos la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz).
Fue así como un poco más de 30 personas –no solo de San Pedro Sula, sino también de otros municipios cercanos– participaron en la versión del diplomado orientada a países centroamericanos, y fue tal la importancia que el proceso tuvo en las personas participantes que, al terminar la formación, habían surgido varias iniciativas para pasar a la acción: entre ellas, la de conformar el Comité Integral Constructor de Paz, Justicia y Reconciliación, con el lema “Servidores transformados y felices”.
Y es que para construir paz desde el enfoque eclesial que orienta a la Iglesia, primero se necesita aprender a organizarse y a trabajar en equipo; a reconocer las propias falencias y potencialidades y, sobre todo, a actuar de forma colaborativa, constante y pertinente. Por eso se propuso el comité, como lo recuerda Manfredo Edgardo Fajardo, coordinador arquidiocesano de las comunidades eclesiales de base (CEB):
Quienes participamos en el diplomado llevábamos varios años sirviendo y apoyando a las Cáritas parroquiales, pero fue una alegría esperanzadora el habernos encontrado con él, porque vimos, por las experiencias que nos compartieron, que necesitábamos fortalecernos e, incluso, superar la “competencia pastoral” que nos afecta a veces al interior de la Iglesia.
Nosotros, como base, conocemos la realidad allí en la calle, en la cuadra, en el caserío, en la aldea; sabemos lo que sufrimos, y vamos muy bien con lo que hacemos en pastoral (en eso estamos muy organizados), pero empezamos a preguntarnos ¿y qué estamos haciendo con respecto a los conflictos y por la reconciliación?, ¿y qué pasaría si, además de lo que hacemos, aplicamos esas metodologías, esas dinámicas o esas herramientas que nos mostraron, para contribuir a superar los conflictos? Eso nos fue dando luces que nos indicaban que teníamos que hacer algo más, que no nos podíamos conformar con haber recibido esa formación.
Teníamos documentación e información, como queda en otros talleres o diplomados que se reciben, muy bonitos, pero en este vimos que si no llevábamos eso a la práctica, se quedaba en el vacío. Así que se despertó en nosotros el deseo de conformar el comité y de pasar a la acción.
Lo primero, entonces, fue formular la iniciativa del comité, determinando que buscaría, sobre todo, capacitar y brindar acompañamiento (psicológico, legal y/o espiritual) a las personas miembro de las CEB de la Arquidiócesis, para que pudieran llegar a ser “constructoras de paz que aporten, desde su accionar, al afrontamiento de los conflictos familiares, sociales e, incluso, eclesiales, que se detectan y analizan en los territorios, tales como la ruptura de relaciones entre miembros de las pastorales, o los que se evidencian al interior de las propias familias, además de los persistentes en las comunidades”, como se lee en el proyecto.
Lo anterior, mediante un plan de formación y de acompañamiento sustentado en la siguiente teoría de cambio: Si proporcionamos a nuestras comunidades las herramientas y el acompañamiento necesario para evitar y resolver los conflictos, entonces podrán establecer relaciones fraternas y en comunión, porque la implementación de estas herramientas les brindará un panorama preventivo y generador de espacios de encuentro fraterno.
Tras ello, se puso en marcha la convocatoria, con una muy buena acogida. Mayra Cabrera Andino, coordinadora de la Comisión de la Parroquia de Lourdes, del municipio de Choloma, y en la actualidad coordinadora del comité, así lo recuerda:
El hermano Manfredo nos hizo, a quienes participamos en el diplomado, la invitación a pertenecer al comité. La respuesta positiva fue inmediata por parte de casi todos, pero algunos no pudieron continuar, no porque no quisieran, sino por compromisos laborales.
Quedamos casi 15 personas que hemos sido constantes. Tenemos un grupo muy motivado, y todo lo que hacemos lo presentamos en las parroquias de la Arquidiócesis. Muy pronto, tras una formación que vamos a tener con CRS (Catholic Relief Services), sobre la metodología Familias Dignas, vamos a ser casi 50 personas, y eso nos permitirá tener mayor incidencia.
Sin embargo, para Mayra lo más significativo del diplomado y del ejercicio de formar parte del comité, como ella misma lo ha vivenciado en su entorno, es que ha permitido entender que los conflictos son también los que se presentan entre pocas personas, en la vida cotidiana, y que es necesario emprender transformaciones en los ámbitos personales y familiares, algo que considera que a veces se descuida y que debe anteceder a la construcción de la paz con las comunidades.
Llegamos con una gran inquietud en nuestro corazón, por todo lo que nos cuestionó el diplomado y por lo que seguimos cuestionándonos… Eso ha hecho que nos miremos a nosotros mismos; en mi caso, como mujer, como servidora de la Iglesia y como esposa y madre de un adolescente con quien a veces entraba en choques. Es que para construir paz es importante aprender, primero, a hacer y mantener esa paz en nuestras familias, porque en la Iglesia hay bastantes servidores y servidoras, pero no todos o todas son felices y no son conscientes de que a ellos y a ellas también los afectan algunos conflictos que tal vez han normalizado. Eso me pasaba a mí también. Así que esto nos ha permitido empezar por nosotros mismos.
Para ella y para Manfredo, entonces, el educar y el educarse para la paz es fundamental, para transferir posteriormente lo aprendido a otros contextos sociales y personales. En el marco de su labor como comité, han priorizado, para los primeros años, las siguientes acciones:
Aprender y poner en práctica tres metodologías basadas en evidencia: Familias Dignas, Jóvenes Artesanos de Paz y Perdón Radical y Reconciliación.
Crear redes que permitan acompañar los procesos y recibir asesoramiento por parte de instituciones con experiencias significativas.
Difundir información necesaria y de fácil aplicación para que más personas se cualifiquen como agentes constructores de paz.
También, y de forma paralela, buscan fortalecer el acompañamiento, pues consideran que es primordial para que quienes reciban formación la puedan replicar o poner en práctica, dado que hay factores de riesgo, identificados por el mismo comité, que pueden poner barreras a la construcción de paz en la Arquidiócesis, entre ellas, la dificultad del tiempo por compromisos laborales de los voluntarios, la disponibilidad de limitados y escasos recursos económicos (para el transporte o la organización de actividades, por ejemplo), o la afectación anímica por los conflictos que vivencian, como expresa Manfredo:
Estamos en una región donde la gente migra bastante y donde hay muchas carencias económicas. Algunos se van para sus pueblos los fines de semana. Algunas vienen en busca de trabajo; unas encuentran y otras no. Quienes consiguen trabajo, pues lo cuidan. Por eso, consideramos importante formar, pero también acompañar, para buscar alternativas para solucionar los obstáculos que pueden presentarse.
Formar y acompañar son, entonces, los dos ejes misionales de este comité que en poco tiempo ya ha alcanzado logros que ni sus mismos promotores pueden creer, y que resaltan con dicha: en primer lugar, haber conseguido que cinco de sus miembros se certificaran como formadores de la metodología Familias Dignas; segundo, que en marzo de 2024, 25 líderes y lideresas comunitarios recibieran una formación presencial para certificarse en la misma metodología; tercero, que las personas manifestaran gran interés en formarse en temas de construcción de paz, lo cual se patentizó en el hecho de que 50 personas estuvieran interesadas en formarse en la metodología; y cuarto, haber sido reconocidos en la Feria-Concurso Juntos Construimos Paz, “porque lo único que pretendíamos cuando nos presentamos era que nos revisaran el proyecto, pero fue una sorpresa haber recibido el premio, que nos permitirá conseguir algunos recursos técnicos que necesitamos para realizar las formaciones… ¡Ya tenemos para comprar un proyector y otras cosas para los talleres!… ¡Bárbaro!”, exclama Manfredo, y agrega:
Hemos tratado de aprender a aplicar lo que es el sínodo, haciendo énfasis en desarrollar la capacidad de participación, escucha, comunión y misión. También, que todo lo que hagamos se dialogue y decida en asamblea, para que las y los representantes de las 36 parroquias que tenemos aprueben las decisiones y se comprometan con ellas. Además, que hagamos, aparte de las formaciones, un efectivo acompañamiento para que esas personas que se forman en alguna metodología sí tengan los medios y las condiciones para formar red y llevar esa formación a nuevas personas.
De todas formas, como explica Mayra, los sueños y las pretensiones son mucho más amplias y, por esa razón, adelantan gestiones para establecer enlaces con Cáritas El Salvador para comenzar cuanto antes una formación en la metodología de Perdón Radical y Reconciliación, y con Cáritas Honduras, para llevar hasta a todo el departamento la implementación de la metodología Jóvenes Artesanos de la Paz. También, para conseguir consolidar su propia organización de tal forma que por lo menos dos personas de cada parroquia de la Arquidiócesis representen a sus comunidades de base en el comité y aporten en los equipos de trabajo hasta ahora implementados: el de formación, acompañamiento y desarrollo de proyectos; el técnico asesor; el de logística y el de administración y presupuestos.
Queremos que todas las comunidades se involucren, que haya participación, que comprendamos que estamos tratando como humanos con otros humanos; que no solo aportemos a la resolución de conflictos con las comunidades, sino, incluso, en la prevención de esos conflictos y de aquellos que se pueden presentar entre nosotros. Que contemos, como parte que somos de la Iglesia, con herramientas y técnicas que nos ayuden a que esa condición humana nuestra no nos haga propensos a caer en las tentaciones de estar o entrar en conflicto, de entrar en peleas absurdas.
De igual modo, aún enfrentan retos significativos. Por ello, hacen un llamado para recibir apoyo interinstitucional con el objetivo de superarlos y lograr que su trabajo sea sostenible. Y es que, aunque tienen toda la voluntad, necesitan aún más recursos técnicos, financieros y de formación, pues por las limitaciones que tienen las CEB de San Pedro Sula y del departamento de Cortés no siempre es fácil cualificarse, planificar y desarrollar las actividades, como lo señala Manfredo:
Por ejemplo, hay compañeros que deben hacer desplazamientos de varias horas para poder asistir a las reuniones o capacitaciones, y por eso no siempre pueden participar, al no tener siempre recursos para hacerlo. Necesitamos, entonces, apoyo de empresas y organizaciones para que las personas de las comunidades puedan participar en las actividades (para darles transporte o la alimentación).
Lo necesitamos porque venimos de una violencia profunda que nos ha afectado mucho, por fenómenos como los enfrentamientos entre la Mara Salvatrucha y la Mara 18 que ocasionaron que, en los años 2000, especialmente, mucha gente tuviera que abandonar su casa, fueran desplazados violentamente, o fueran víctimas de extorsión. Aún persisten muchas consecuencias, como la inseguridad y las dificultades económicas. También porque tenemos poca infraestructura y, sobre todo, porque requerimos fortalecer nuestras capacidades para ceder y para construir paz, para reconciliarnos y cambiar las realidades que nos afectan.
Por eso mismo, él y las personas que conforman el comité están felices y agradecidas con el premio y el reconocimiento recibido, porque consideran que esto les anima a seguir adelante, a seguir aprendiendo a “actuar” para dar valor al “ver” y al “juzgar”. Y por qué no, porque esperan que el comité, algún día, llegue a ser ejemplo para otras comunidades eclesiales de base, por el camino recorrido en la construcción de paz.
La triada Ver-Juzgar-Actuar ha sido, desde los inicios de los años 60 pasados, la base del método que orienta el Magisterio Eclesiástico, y que hoy, más que nunca, sigue teniendo enorme relevancia para orientar la construcción de paz. En 1961, el Papa Juan XXIII, en Mater et Magistra, impulsó esa propuesta metodológica que surgió del Movimiento Juventud Obrera Cristiana (JOC) en Bélgica, con el propósito de orientar la planificación y gestión pastoral. Más adelante, en 1965, en la Gaudium et Spes, encíclica promulgada por Pablo VI, se asumió también como método teológico.
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Conozca más de esta propuesta y de las Comunidades Eclesiales de Base de San Pedro Sula, Honduras |
Todas las personas e instituciones que deseen vincularse y apoyar esta experiencia,
pueden comunicarse con:
Manfredo Edgardo Fajardo Rápalo, Responsable Arquidiocesano
Comité Integral Constructor de Paz, Justicia y Reconciliación de San Pedro Sula
Por: Gloria M. Londoño Monroy, FICONPAZ
2024
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